Formol
Hace muchos años, ayer sin ir más lejos, me interesé por la medicina. Aún no sé las razones de tal atrevimiento. Sí recuerdo que era obligado acercarte al saber. Escuché matemáticas, física, y pasé, con más de una encomienda, el pase y el preu, amén de superar, como soldado privilegiado, las milicias. Aún siento los primeros parietales que toqué. Estaban muertos. El formol que despedían se pegaba a la ropa y te hacía arder los ojos. Eran de seis viejitos que nadie despidió, eso sí, todos blancos. Hoy no se podrían estudiar, serían negros o moros de piel oscura y llena de salitre. Abandoné aquellos estudios con más velocidad que te deja el desodorante de moda. Estudié leyes y un día, como en las carreras, se cruzó una apuesta. Un coche a cambio de sacar una oposición, la de fiscal. Nunca pensé en ser fiscal y, menos, por oposición. Fraga había colocado el listón de las oposiciones muy alto, hasta sabía el precio de las lentejas, que era la comida de moda como, ahora, la ropa, de lino, claro. Sin embargo, la tentación, aquel coche, era muy grande. Además el purgatorio quitaba el pecado de tentar, dijeron unos curas, amigos de mi padre. Tuve coche y fiscalía. Todos los años cuando cojo mis gafas submarinas que están graduadas porque no veo un pimiento, salvo que sea de Padrón, siento la felicidad que da hundirse unos pocos metros en las aguas del Cabo de Gata. Recuerdo aquellos tiempos con la misma felicidad. Aprendí a no estar callado. Este verano voy a hacer un paréntesis. El mismo que en la carrera fiscal. Así puedo pensar lo difícil que tiene que ser para los fiscales, que no sean Cardenal, velar por la legalidad, mientras el único fiscal Cardenal, que es general, arropado por la pana de canutillo que viste la Audiencia Nacional, intenta que Pinochet pase de largo. Queda el consuelo de creer que es fiscal por vocación de derechas de las de antes y no por una apuesta, además seguro que no ganó un coche. En cualquier caso, a estas alturas, podría dar igual, anteayer fue el fin del mundo y pasado mañana, si Dios quiere, me voy de vacaciones. Es una suerte vivir en un Estado de derecho y que los salmonetes y los calamares de San José sean un punto y aparte, lo del formol es punto y seguido.EUGENIO SUÁREZ PALOMARES
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