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Reportaje:

Los "antípodas" viven en Islandia

Para la geografía, los antípodas de los españoles serán los neozalandeses, pero si entramos en el ámbito cultural, los más opuestos son los habitantes de las latitudes nórdicas. Al menos, eso es lo que piensan los islandeses Thorlákur Helgason y Klara Sveinsdóttir (matrimonio joven), Hannes y Eidur Thorláksson (niños), Bergur Throvaldsson y Ásdís Valdimarsdottir (matrimonio mayor). No se trata sólo de que sus nombres y apellidos resulten impronunciables para un español, es que el aspecto físico, las costumbres y la forma de ver la vida no tiene nada que ver. Así lo resumen ellos: "nosotros somos vikingos y ustedes árabes. Somos distintos en todo", aseveran. Es cierto que Islandia queda muy lejos de Benidorm (La Marina Baixa), lugar que han elegido para pasar sus vacaciones. Concretamente, esta isla volcánica emerge en el límite con el Círculo Polar Ártico. Hace frío -aunque "menos del que se imaginan, porque la corriente del Golfo y las corrientes de aguas termales suavizan la temperatura", aclara el guía que hace las veces de traductor - y por eso los islandeses vienen en busca del calor. El matrimonio de mayor edad se encuentra en su quinta visita a España. "Hemos venido en otras épocas del año a Benidorm y siempre nos ha gustado mucho", dicen. Los jóvenes, sin embargo, vienen por primera vez y eligieron el verano para asegurarse el sol. Bastante ven llover en Islandia durante todo el año. El clima les fascina y el sol les vuelve locos, pero además cuentan con la ventaja de poder bañarse en el mar. En las gélidas aguas del Atlántico y el Mar de Noruega es imposible darse un baño. Los islandeses utilizan para ello los lagos de aguas termales, y por eso zambullirse en el Mediterráneo es una experiencia totalmente nueva para ellos. "Echaré de menos poder ir en pantalón corto cuando vuelva a Islandia", asegura Thorlákur. En medio de ese océano de diferencias que separa a valencianos e islandeses se encuentra una que destaca: la capacidad de entrega de los primeros. "Los valencianos son mucho más abiertos que los islandeses, se entregan enseguida. Nosotros hablamos poco", destacan. Hannes, el mayor de los niños, añade un detalle: la cabezonería e insistencia de los vendedores de los mercadillos. No contemplan un trasvase de costumbre. Venir a la Comunidad Valenciana es para ellos como echar el freno. "Aquí intentamos adaptarnos, cenar más tarde, y relajarnos. Cuando volvemos a Islandia, cogemos de nuevo el ritmo de allí", coinciden. Se despiden con una afirmación, cuanto menos, inquietante para quien desee conducir por Islandia: "el tráfico aquí funciona mucho mejor". Lo que más les gusta. El clima. El matrimonio de mayor edad veraneó en Mallorca y encontró más humedad. Lo que más les chocó al llegar. La altura de los edificios. Aterrizar en la playa de los rascacielos fue algo traumático para unas personas acostumbradas a un paisaje de casas bajas y dispersas. En la capital, Reikiavik, los edificios más altos no superan las cinco alturas.. Qué buscan en la Comunidad Valenciana. Relajarse del "estrés y el follón que supone vivir en Islandia". En sus vacaciones buscan disfrutar al máximo. Así nos ven. Sólo desean emplear una palabra para definirnos: "fantásticos". El matrimonio de mayor edad destaca la amabilidad de los españoles, que les recuerdan de visita a visita y les saludan y les preguntan cómo ha ido el año en Islandia. Los niños destacan que sus amigos españoles son muy abiertos y siempre están dispuestos a ayudarles pese a la barrera del idioma.

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