"El Papa es una sorpresa permanente"
Es como si a un soldado raso le hacen, de la noche a la mañana, teniente general. Carlos Amigo era fraile franciscano y profesor de filosofía en el seminario de Santiago de Compostela cuando le comunicaron que Pablo VI le nombraba arzobispo y lo enviaba a la archidiócesis de Tánger. El cardenal Marcelo González, primado de España, le consagró en la basílica de San Francisco el Grande de Madrid y semanas más tarde ya formaba parte de la Conferencia Episcopal del Norte de África, junto a colegas de Libia, Marruecos y Argelia, entre otros países de complicado vivir. Así que a Carlos Amigo se le nota que es un arzobispo fuera de lo común. Tiene una presencia en los medios de comunicación muy por encima de la media entre los colegas eclesiásticos, su bibliografía es abundante (y no sólo sobre temas religiosos) y, sin salirse de la doctrina, suele mojarse con originalidad en asuntos nada comunes.Pregunta. Usted ha escrito un libro, El mensaje del Papa. Juan Pablo II habla a los hombres, en el que dice que el Papa piensa con una lógica distinta a los demás. "Él concluye y tú tienes que estar averiguando por qué llega a esa conclusión". ¿No cree que resulta también, muchas veces, desconcertante?
Respuesta. No es que algunas veces nos sorprenda, es que nos sorprende permanentemente. No es un Papa que se repite. Es una persona de una gran creatividad y tiene una vida de fe muy profunda, de forma que esas inspiraciones del espíritu son una sorpresa permanente.
P. El otro día, en una catequesis multitudinaria, ha dicho que el cielo no está en un lugar concreto entre las nubes. Supongo que ésa es la doctrina oficial, pero sorprende que aborde el tema en ocasión tan intrascendente.
R. Claro, en plenas vacaciones del verano y el Papa nos habla del cielo. Pero regresaba de un breve descanso en el valle de Aosta, entre paisajes bellísimos, bajo un cielo muy hermoso, y supongo que, en este final del milenio, él, que conduce a la Iglesia al tercer milenio, ha pensado como Abraham, que quería llevar a su pueblo a la tierra prometida. Te sorprende, pero es muy lógico y muy hermoso lo que dijo.
P. Parece que está dispuesto a viajar a Irak, rompiendo el bloqueo internacional impuesto por EEUU.
R. Sí, sí. Es otra sorpresa, ¿no? El programa de la celebración del tercer milenio, a sus años y con sus limitaciones físicas, es impresionante, y todo ese viaje, también. P. Usted dijo, cuando la guerra del Golfo, que de la guerra no se aprende nada, que es una lección de la que sólo se sacan lamentos. Aquello ocurrió en enero de 1991 y ya ha habido otras muchas guerras terribles.
R. De la guerra no se saca nada, sólo heridas que no cicatrizan casi nunca. Los años que han pasado, y todavía encuentro, en mis visitas a pueblos de Andalucía, no voy a decir que odio, porque las generaciones se han esforzado en olvidar y superarse, pero sí, después de tantísimos años, huellas y cicatrices profundas metidas en el alma de las personas con amargura tremenda.
P. Por seguir con las amarguras, ¿cuál es su opinión sobre lo que está pasando en muchos países de América Latina? Usted es, por nombramiento papal, miembro de la Pontificia Comisión para América Latina y preside, además, la Comisión de Misiones de la Conferencia Episcopal Española. ¿Qué puede hacerse para acabar con tanta pobreza, con tanta guerra e injusticia?
R. He visto países muy ricos y con mucho dinero, que tienen, al mismo tiempo, muchísima pobreza e injusticia. No solamente por la mala distribución de la riqueza, sino por otras muchas causas. A veces se me ha dicho, en alguna tertulia de periodistas, que soy demasiado condescendiente con los políticos, en referencia a los de mi archidiócesis, y quiero volver a repetirlo aquí, si me lo permite. Porque reitero la defensa muy grande del político, no de este partido o del otro, sino sobre el papel del político en la sociedad. Un país que no tiene técnicos, los puede importar. Pero los políticos no se importan. Así que he visto países con unas fuentes de riqueza enormes y, por carecer de auténticos líderes y políticos, se quedan estancados, hundidos en el horror, la pobreza y la injusticia, efectivamente. El dinero no remedia la pobreza, sino las personas, la educación, la libertad, los políticos inteligentes.
P. El cardenal Tarancón decía que con Gobiernos menos católicos y de izquierdas la Iglesia vive mejor. Usted no se quejará; en Andalucía, Tarancón hubiera sido feliz, ¿no?
R. Llegué a Andalucía cuando los socialistas ganan las elecciones. Venía de Tánger, donde fui arzobispo durante nueve años conviviendo con otras religiones y culturas, y aprendí a valorar a las personas más allá de cualquier condicionamiento. Sí, me llevo bien con los políticos, aparte de que cada cual mantenga sus posiciones, y yo las mías las he mantenido siempre y he tenido que hacer algunas denuncias. Pero salvando siempre las buenas relaciones personales, que son excelentes.
P. El cardenal Tarancón le llamó a Tánger, a Marruecos, en 1981 para dirigir en Madrid los ejercicios espirituales de la Conferencia Episcopal Española en pleno. ¿Cómo le recuerda?
R. Me llamaba "el amigo Amigo" y yo le quería mucho. Era una persona muy inteligente, una persona extraordinaria, que hizo una gran labor en unos momentos muy difíciles para todos, también para la Iglesia.
P. Evitó, entre otras cosas, que la Iglesia apoyase a un partido católico contra todos los demás. Imagino que algunos obispos no eran de la misma opinión. ¿Fue usted testigo de discusiones sobre ese asunto?
R. Hubo discusiones, sí. Están en las hemerotecas. Hubo partidos que se declaraban cristianos y que nos acusaron incluso de haberles dejado en la estacada. Pero la Iglesia ni tiene ni necesita un partido que la represente. La Iglesia prefiere que las personas creyentes participen en política, en el partido que sea.
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