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Jornal de agosto

El guardia de guardia

Antonio Jiménez Barca

A Carlos Núñez le entregan cada mañana de agosto unas 30 páginas repletas de incidentes que componen la radiografía negra de la ciudad. Núñez, de 48 años, policía desde hace 29, inspector de servicios del Cuerpo Superior de Policía y este mes máximo responsable de la seguridad en Madrid, examina las estadísticas con ojo de especialista. "Porque lo importante no son sólo los números ni las comparaciones con otros años", comenta.Estudia el informe despacio y enseguida descubre una cosa: "Hoy, tres atracos a bancos, algo no muy normal: ahí hay un problema". Llama después a las 20 comisarías. Se interesa especialmente por los agentes que llevan los casos de los atracos, soporta las peticiones de más medios y coordina a todos los efectivos. Atiende a los detectives que acuden con retratos-robots de delincuentes perseguidos. Luego da cuenta del día al delegado del Gobierno. Y más tarde, si la mañana es tranquila, como ésta, a pesar de los atracos a bancos, se ocupa del papeleo, de las dietas de los empleados, de los permisos... ¿En qué cambia el oficio de policía en verano? "Hombre, hay que vigilar más la calle, porque la gente vive más en la calle; lo de la silla de enea funciona todavía en esta ciudad, somos muy latinos", responde Núñez, que, además de inspector de servicios, es licenciado en sociología y ciencias políticas. No le gusta ni salir en televisión ("para eso está el jefe"), ni que le hagan fotografías ("no he salido en ninguna en todos los años de servicio"), ni mucho de lo que cuentan los periódicos ("a veces son injustos con la policía"). Está acostumbrado a hacerse con el mando en los meses de vacaciones, en los que, sobre todo, hay que ocuparse de los robos a domicilios vacíos.

Núñez tiene su propia teoría de esto último: "Falta disciplina social". Es decir, los madrileños necesitan convencerse de que no se puede abrir la puerta a cualquiera con el portero automático, o de que hay que cambiar la cerradura si se han perdido las llaves. "Cuando uno abre la puerta del portal a alguien sin saber muy bien quién es está poniendo en peligro los domicilios vacíos de sus vecinos en vacaciones", explica el agente. El Cuerpo Superior de Policía reparte estos días un decálogo de consejos encaminado a evitar este tipo de atracos. Entre las indicaciones se cuenta la de estar especialmente alerta a las horas de la siesta, espacio de tiempo en el que más asaltos a casas se producen. Núñez especifica que a esas horas, entre la una y media y las cinco y media de la tarde, "no se tiene que abrir la puerta del portal a nadie, ni siquiera a carteros comerciales o repartidores de propaganda". Tampoco hay que dejar nunca las llaves en los buzones de correos, especialmente cuando en éstos figura el piso y la puerta del domicilio. Tampoco hay que guardar las llaves del garaje en el coche y es necesario vigilar regularmente las bisagras de las puertas. "Son la parte más débil", según reza el decálogo.

Núñez recuerda también que los ladrones de pisos "suelen hacer ruido al romper las cerraduras, así que, si se escucha algo extraño, no hay que dudar en llamar al 091". A la hora de explicar la trascendencia de esta clase de robos tan veraniegos, Núñez mezcla su experienca como policía con su formación como sociólogo: "Estos delitos producen mucha alarma, porque el ciudadano supone que no hay nada más seguro que su propia casa. Normalmente, cuando un grupo de ladrones entra en un piso, los dueños, luego, lavan toda la ropa, aunque no se haya tocado: esto indica que se sienten violados en lo más íntimo".

Núñez pasa muchas horas detrás de informes, pero en cuanto puede se escapa de su propio cargo y sale a la calle. "Me gustaría volver a patrullar como cuando era más joven, pero en fin... ¡También me gustaría tener la edad de cuando me tocaba patrullar!". No quiere agentes con horas de oficina: "Yo no pido policías que entren a las ocho y salgan a las cinco: pido gente que salga a la calle, que es donde previenes el pequeño delito, y evitando el pequeño, eliminas el grande".

No le agradan los policías de teleserie. "Una vecina, un día, me preguntó si yo mataba tanto como los policías de la televisión, y le respondí que en mi vida no había matado a nadie y que esperaba seguir así". Tampoco le atraen las persecuciones llamativas: "Siempre es mejor que escape el tipo que correr riesgos de herir a alguien que pase". Además, hay veces que los malos conducen vehículos más rápidos y potentes. "Alguien que destroza escaparates de joyerías con un cuatro por cuatro puede embestir un coche patrulla y arrollarlo". Prefiere aplicar el sistema más aburrido: "Salir a la calle a prevenir".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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