El Solsonès como modelo ALBERT MANENT
Meses antes y meses después del temible incendio que asoló parte de los bosques de esa comarca de la Cataluña central, he recorrido los 15 municipios y varios agregados para hacer una encuesta sobre meterología popular y para recoger la memoria histórica de la presencia del lobo en el siglo XIX. Me ha sorprendido comprobar la vitalidad de uno de los bastiones de la Cataluña rural, que significa que es agrícola, ganadera y forestal. Es una comarca que lucha contra los enemigos del medio ambiente, la despoblación de los pequeños núcleos y las oscilaciones de los precios agrícolas. El alcalde de Solsona, Ramon Llumà, denostado por algunos por su nacionalismo radical, ha convertido la pequeña capital en una ciudad confortable, con un comercio revitalizado y una especial atención a la restauración de edificios. Creo que un factor importante es la existencia del obispado, el más joven de Cataluña, ya que fue creado en el siglo XVI, y a su frente está un obispo muy adecuado, the right man in the right place, como afirman los ingleses. El museo se ha modernizado y su director, mosén Calderer, ha escrito una obra de síntesis sobre los museos eclesiásticos de Cataluña. El archivero, mosén Bartrina, polifacético y tan atento con los investigadores, lo ha enriquecido, por ejemplo con la documentación de la farmacia Pallarès, que existió durante varios siglos. Mosén Bach, antiguo archivero, no para de escribir monografías locales, historias de masías y de parroquias, y de transcribir vieja documentación de pergaminos que han encontrado en el archivo eclesiástico su estancia definitiva o se conservan en las masías. Retall de sotana son sus memorias, trasunto vivo de la vida rural de antaño. En una gran casa solariega pudimos contemplar un pequeño museo de herramientas y objetos rurales, pero también centenares de piezas prehistóricas, entre ellas muchas pedres de llamp, armas primitivas pulimentadas. No olvidemos que en el Solsonès hay grandes masías con oratorio y archivo documental antiguo. En noviembre del pasado año Pere Tobaruela y Joan Tort, en Revista de Catalunya, entrevistaron extensamente a Ramon Clotet, alcalde de Navès y una de las cabezas pensantes de la comarca. Su visión de futuro es sensata y ha de encontrar más eco. No polemiza sobre el origen y las consecuencias del fuego del verano pasado; en cambio, diseña un plan estratégico para que la comarca se fortalezca, asiente definitivamente a los núcleos rurales, se potencie la agricultura y se explote adecuadamente el bosque. Navès no llega a los 300 habitantes y tiene 51 iglesuelas, la mayoría románicas, patrimonio que, poco a poco se va restaurando. Clotet defiende la existencia de los pequeños municipios frente al criterio uniformizador de los urbanitas tecnócratas de despacho. Si se liquidan administrativamente los pequeños ayuntamientos, pierden identidad, se despueblan y casi desaparecen. El consejo comarcal ha de asumir las empresas mancomunadas de los municipios. Clotet recuerda que el arabista Balaña descubrió hace poco que en la Vall d"Ora, que pertenece a Navès, el mítico Guifré el Pilós fue herido de muerte. Le interesa la historia porque es una persona culta, pero tiene ideas claras sobre el reequilibrio del territorio catalán y por ello el consejo comarcal reclama que en el Solsonès se instalen el Instituto Catalán de la Madera y el Instituto Forestal de los Países Mediterráneos. Afirma que hay que controlar una modesta industrialización, pero que sobre todo las instituciones tienen que potenciar "la vida a pagès" porque el número de agricultores está por debajo de la media europea y hace falta ampliar como cortafuegos las zonas agrícolas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.