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Verano 99

Sor Beatriz cumple 100 años

Puede que el secreto de la eterna juventud no se encuentre en una recóndita fuente milagrosa, sino en un simple plato de sopas de ajo. La afición por los maimones, bien aderezados con pimentón, parece ser uno de los pilares con los que se ha apuntalado la longevidad de sor Beatriz Atienza, una monja adoratriz que ayer cumplió en Granada cien años de vida. La frugalidad en el comer de esta religiosa no se alteró ni en fecha tan señalada, a pesar de que la celebración de su edad resultó proclive al exceso. Fue abundante el número de periodistas y sustancioso el de políticos, incluso con cartera ministerial, que ayer visitaron a la monja para desearle felicidad. "¡La que se ha armado!", exclamaba la superiora de la congregación, Milagros Sánchez, ante tal revuelo. El alcalde de la ciudad, el socialista José Moratalla, acudió en persona al convento de las Madres Adoratrices. Regaló a sor Beatriz un ramo de flores que la religiosa puso a los pies de la Virgen y, en nombre de la ciudad, la obsequió con una Granada de plata. Como contrapartida, Moratalla no pudo evitar rogarle un pequeño favor a la monja: "Le he pedido que se acuerde del nuevo gobierno de Granada. Que rece por nosotros, porque lo vamos a necesitar". Junto a sor Beatriz, que conserva unas mejillas tan tersas y pálidas como las de un bebé, también estuvo ayer otro miembro del PSOE. El ex ministro de Agricultura y Pesca Luis Atienza es sobrino de la monja y la visitó en compañía de otros familiares. Atienza asegura guardar gratos recuerdos de la hermana de su padre, en la que advirtió ayer "la misma vitalidad, fe, optimismo e ilusión por vivir que siempre ha demostrado". El ex ministro reconoció, incluso, que su tía volvió a someterle a las habituales indagaciones sobre su calidad de vida terrenal y espiritual. La terna de políticos que felicitaron a sor Beatriz la completó el mismísimo presidente de la Junta de Andalucía. Manuel Chaves no pudo estar presente en el acto, pero mandó una carta agradeciendo a la religiosa la labor de rehabilitación social de mujeres ejercida durante 65 años. Porque Beatriz Atienza, a su manera, ha sido una fervorosa feminista. Nació el siglo pasado en Burgos, donde estudió Magisterio -un auténtico logro para una mujer en aquellos tiempos- antes de ingresar en la orden de las Adoratrices. Su primer destino fue Almería. Allí pasó la mayor parte de su vida. Por la mañana enseñaba a niñas en los pequeños colegios de la orden. Y durante la tarde educaba a mujeres atrapadas en la prostitución, drogodependientes o desamparadas. "Es un ejemplo para todas las hermanas", asegura la superiora. La voz de sor Beatriz, gastada por las lecciones impartidas en voz alta, es hoy apenas un tenue y agudo murmullo. Se mudó al convento de Granada cuando su salud, aún envidiable, se debilitó. No toma apenas medicamentos, se levanta todos los días a las siete de la mañana, reza varias horas y dedica la mayor parte de la jornada a la lectura con ayuda de una lupa. "Es una mujer de mentalidad abierta al próximo siglo. No se escandaliza por nada. Ni porque las monjas más jóvenes vistan pantalones", explica la superiora. Sin embargo, a sus cien años, sor Beatriz no está dispuesta a cambiar de hábitos. Ni tan siquiera el de comer sopas de ajo.

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