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'Frasier'

Hace poco me telefonearon de un periódico para preguntarme si me identifico con Ally McBeal. Como soy rápida de reflejos, comprendí que la dulce voz que sonaba al otro lado del hilo no se refería a mis hechuras ni estaba de cachondeo. Quería saber, supuse, para una de esas encuestas veraniegas de urgencia, si me siento "mujer independiente estresada por la competición profesional e incapaz de mantener una relación sentimental estable" (esto no lo dijo: es el mensaje del personaje de la famosa serie). Respondí que nunca he sido anoréxica y que, además, Ally McBeal me parece el remake de la La ley de Los Angeles pasado por Melrose Place, es decir, la serie que corresponde a los imbéciles 90. Aunque le reconozco una buena factura, buenas canciones (la vocalista del bar hasta recupera viejos éxitos de Melanie, la cantautora de los 70) y una excelente galería de secundarios.Debo confesar, por una parte, que cada vez me convencen menos las actrices que han pasado sus labios por la fuente de la vida de la silicona. Y, por otro lado, mi única relación estable actual, la que mantengo con mi perro Tonino, pasa por un excelente momento, a pesar de la evidente incompatibilidad física que nos aflige (por cuestión de tamaño, no de especie). Tuve que decirle a mi comunicante que, si me considerara una neurótica, que no es el caso (temporada de autoestima: estoy en ello), con quien me identificaría sería con Niles Crane, el hermano menor de Frasier. Mi voz interlocutora cayó en uno de esos silencios bovinos que preceden al regüeldo de la incultura: "¿El qué?", se aventuró a preguntarme.

Frasier carece de la vulgaridad de planteamientos ("modernidad aparente más conservadurismo ideológico, igual a máxima difusión asegurada") que arrebata a los directivos de televisión que trafican con nuestros cerebros. Por suerte, Canal + la puso a nuestra alcance y desde hace semanas la emite, en abierto, de lunes a viernes, a las 10 de la noche.

Hasta Ally McBeal sería un poco feliz si la viera.

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