¿Gamberrada?
Van apagándose los fuegos de la hoguera xenófoba catalana, seguramente porque también los nazis se toman vacaciones, así que aprovecho el descanso para contarles otra historia de mi pueblo, al pie del Montgrí. Vive allí una numerosa población africana, como en Manresa o Bañolas, y quizás proporcionalmente mayor. El Festival de Música de Torroella invitó el pasado verano a los célebres derviches giróvagos, los danzantes del amor supremo, unos varones vestidos con largas faldas que giran y giran al son de la música hasta que su alma se desintegra en el seno de Alá como una pompa de jabón en la atmósfera.El concierto se celebraba en el recinto cubierto de la plaza mayor, pero el director del festival, Josep Lloret, se percató de que los mahometanos de la localidad habían ido juntándose en una de las lonas laterales y desde allí seguían la música con gran recogimiento. Lo que sonaba no era para ellos un concierto sino una ceremonia religiosa. El grupo de fieles, medio centenar, había elegido una esquina apartada para no llamar la atención, pero, consultadas las fuerzas vivas, Lloret invitó a los musulmanes a que entraran en el recinto. Al principio se excusaron diciendo que no tenían dinero para pagar la entrada, hasta que comprendieron que se trataba de una invitación verdadera. Entonces entraron y siguieron la ceremonia con entusiasmo y piedad. De ese modo, la exhibición de los derviches giróvagos no fue sólo un espectáculo artístico y pintoresco, sino también una ceremonia para creyentes. La belleza formal se había transformado en verdad espiritual.
Lo cierto es que en Torroella funciona desde hace muchos años un servicio municipal dedicado a la integración, ayuda y educación de los inmigrantes. Y que entre la población, mayoritariamente de izquierdas, hay un decidido acuerdo para convivir con la desigualdad y aprender de las diferencias étnicas, religiosas, lingüísticas y culturales. No es casual que tengan el único ayuntamiento de la costa catalana que ha recalificado terrenos urbanizables junto al mar para convertirlos en un parque público. En política, nada es casual, ni la violencia xenófoba es una "gamberrada", como la ha calificado un irresponsable de Convergencia. Es siempre una suma de ignorancia, indiferencia, desidia e incompetencia.
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