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Patrón

Miquel Alberola

MIQUEL ALBEROLA A mediados de julio algunos carniceros y camareros suspiran en los mataderos y en las barras de las cafeterías del centro de Valencia por su patrón, Ernest Hemingway, al que veneran con sentida devoción. Por estos días el escritor solía aparecer por la ciudad como si se tratase de una atracción más de la Feria de Julio, procedente de Pamplona, donde ya había alcanzado más fama que San Fermín, dejando a sus espaldas un rastro de sangre y alcohol que muchos presidentes de Diputación confunden con el Camino de Santiago. Los matarifes y camareros más lúcidos saben sin embargo que Hemingway les pertenece con más derechos de los que pueda esgrimir cualquier director general del libro. Por eso siempre a mediados de julio, mientras desollan una res o vacían el cubo de botellas de destilados en el contenedor, recuerdan con nostalgia a aquel tipo barbudo de billetera repleta, quien después de hacerse pelar las cigalas en el restaurante La Pepica, apuraba varias copas en una terraza de la calle de Xàtiva y luego sentaba sus almorranas en la barrera de la plaza de toros, ante un capote con la imagen de la Virgen y con los antebrazos pegados a la maroma para poder sostenerse y disfrutar de la hemorragia ciego de alcohol. Algunos carniceros, en el momento de destripar una ternera, se inspiran en esa suculenta parábola que fue su familiarización con la sangre durante la niñez. Siempre que se disponen a rajar una panza rememoran el parto que practicó su padre en su presencia, en el que abrió el vientre de una madre en vivo para sacar al bebé, mientras su marido, ante los gritos de dolor, cogía el cuchillo y se degollaba en el mismo charco de sangre. Después de esto Hemingway parece que no tuvo convicciones sólidas: todas fueron líquidas. Por esa razón es una leyenda en los mataderos y en el sector de la hostelería. En estos días en que cientos de fanáticos, que guardan una escopeta en el armario, se esfuerzan en hacer su misma cara y cometer sus mismos excesos en Sarasota, los carniceros y camareros constituyen el único vínculo firme de Hemingway con la literatura. Lo demás es sólo mecanografía o está a medio camino entre alzheimer y Disneylandia.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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