El chocolate del loro
Se me puso cara de paisaje. Por educación, y por respeto a la señorita que me atendía, no di rienda suelta a los adjetivos que se agolpaban en mi boca, pugnando por salir, en honor de quienes eran los responsables de aquello.Me explico. Mi padre murió en febrero. Era jubilado. Mi madre pasó a cobrar la pensión de viudedad. (No entro aquí a considerar la miseria en que consiste ni el que, por incompetencia de la Seguridad Social, aún tenga retenida una mensualidad en su cartilla).
Pues bien, al reclamar el que sólo le hubieran abonado media paga extra en julio, me comunican que, por el tiempo transcurrido desde el fallecimiento de su marido, sólo eso le corresponde; y que la cantidad a la que tenía derecho mi padre hasta su muerte, en lugar de pasar a su viuda, por un decreto-ley de 1997, ¡se la queda el Estado! ¡Olé!
Me parece encomiable el acercamiento de la Administración al ciudadano y enternecedor que el Gobierno quiera hermanarse conmigo, pero que sea a costa de heredar él solo lo que legítimamente le corresponde a su viuda me parece, como poco, excesivo.
Y pregunto: el "chocolate del loro", o sea, esas miserables pesetas que le han escamoteado a mi madre, junto a las que se han apropiado de otros miles de viudas, ¿es para paliar el coste producido por el aumento del número de pensiones que se están originando al permitir ustedes, señores del Gobierno, que empresas con miles de millones de beneficios prejubilen (léase: manden al paro, o sea, a cobrar del resto de los ciudadanos) a miles de personas en edad de producir y de cotizar para así aumentar aún más los beneficios de sus accionistas? ¿No les parece una burla y un escarnio lo que están haciendo ustedes a costa de los más necesitados? Me dirán que esto es demagogia. Yo opino que es una vergüenza. "¡España va bien!". Señor Aznar: siga repitiendo ese chistecillo. No tiene ninguna gracia, pero ¡lo dice usted con tanto salero!- . .
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