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Entrevista:

"La democracia en Marruecos no está estancada"

ENVIADO ESPECIALLleva 20 años de ministro del Interior y, en total, 26 dedicado a la seguridad del Estado. Hace ya 16 meses que se produjo la alternancia en Marruecos, con la llegada al poder de un primer ministro socialista, Abderraman Yusufi, pero Driss Basri, de 61 años, sigue siendo ministro y desempeña la misma cartera: Interior. No en balde Basri es uno de los hombres de confianza del rey Hassan II y por eso su peso en el Ejecutivo sobrepasa el que tendría como titular de Interior. Avanzada la noche, empresarios y altos funcionarios se agolpan en su chalé de Rabat para apalabrar un contrato o pedirle una firma mientras beben té con hierbabuena. En ese marco concedió a un enviado de EL PAÍS una de las pocas entrevistas que ha otorgado desde que accedió al cargo.

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Pregunta. Da la impresión de que la transición democrática está estancada en Marruecos.

Respuesta. No es cierto. El país se sigue democratizando. Prevalece un gran sentimiento de justicia y una gran esperanza. Pero no se puede pedir milagros a Yusufi o a los socialistas. Llevaban 40 años en la oposición y sólo sabían hacer oposición. Y ahora, casi de un día para otro, se les dice que cojan las riendas del poder. Hay que darles tiempo para que consigan gestionar bien. Llevan un año en el poder y la alternancia va a durar al menos cinco. Es entonces cuando se podrá juzgar. Yusufi y sus correligionarios socialistas no tienen, además, una varita mágica con la que dar de comer a la gente, mejorar la sanidad, el transporte público y, en definitiva, resolverlo todo. Ahora ya lo saben. Nuestra economía no aguantaría una mejora rápida de los servicios públicos. Los socialistas trabajan correctamente, cuentan con el apoyo de Su Majestad, y nosotros, dentro del Gobierno, somos muy solidarios los unos con los otros.

P. A usted se le describe, sin embargo, como el ministro poderoso que frena las reformas.

R. Falso. Eso lo dicen aquellos que echan de menos las tensiones que hubo en Marruecos en los años sesenta o setenta. Lo escriben las plumas que hicieron su agosto con esas tensiones y que no quieren ver la evolución. Tengo buena conciencia porque creo que colaboro a fondo con mis colegas. Eso es lo que pienso por la noche cuando regreso a casa. Y aunque duermo sólo seis horas, lo hago de un tirón porque estoy en paz conmigo mismo.

P. Hay ejemplos, recogidos por la prensa europea, que contradicen sus palabras. Se asegura que impuso la lista de gobernadores a Yusufi, que impidió el relevo en la cúpula de la televisión, que...

R. Sé lo que se dice. Repasemos uno a uno los reproches. Su Majestad nombra a los gobernadores a propuesta del titular de Interior, pero, como soy un hombre educado, discutí la lista con Yusufi y la hemos consensuado como lo hemos hecho también, en esta casa, con un montón de leyes sobre libertades públicas, el código de la prensa, el código electoral, etcétera. Recuerdo, por otra parte, que la televisión ha dejado de depender del Ministerio del Interior. También se me acusa de interferir con la actividad de los demás ministros cuando intervengo en las protestas de los mecánicos de la compañía aérea o de los estudiantes ante el Parlamento. En lugar de caer en actitudes represivas del pasado he tomado la iniciativa de discutir con esos colectivos. Lo único que se le puede reprochar al ministro del Interior es resolver los problemas mediante el diálogo.

P. Usted ha desempeñado la cartera de Interior en tiempos, digamos, autoritarios. ¿Cómo puede ahora fomentar la transición democrática?

R. Soy el servidor de Su Majestad. Ejecuto fielmente y con honestidad sus instrucciones. Creo que he contribuido a la alternancia, o, dicho en otros términos, a abrir las ventanas y las puertas del país. Marruecos se adentra irreversiblemente por el camino de la democracia y de las libertades. Pero para que ande con pie firme debe ser ayudado económicamente. Por eso nos importa mucho nuestra relación con los amigos y especialmente con España.

P. En su discurso de octubre del año pasado, el rey pidió que en el plazo de seis meses estuviesen resueltos los problemas pendientes de derechos humanos.

R. Y así ha sido. No queda nadie en la cárcel por delitos de opinión, no hay un solo desaparecido sin identificar, las familias están siendo indemnizadas.

P. A finales de junio, con motivo de la fiesta del nacimiento del Profeta, el rey excarceló a más de mil presos, pero las organizaciones humanitarias insisten en que, al margen de los presos saharauis, una treintena de islamistas están en prisión. R. Los islamistas que distribuyeron octavillas, escribieron artículos, etcétera, hace tiempo que han sido puestos en libertad. Los que están entre rejas son ocho o nueve, todos ellos culpables de delitos de sangre. Pero no tardarán en salir porque les falta poco para acabar de cumplir las condenas.

P. ¿Existe un peligro islamista en Marruecos?

R. En absoluto. La casi totalidad de los islamistas aceptan la monarquía, los poderes que ostenta Su Majestad y la Constitución. Si un día logran la mayoría ejercerán el poder sin problemas.

P. Parte de los 112 casos reconocidos oficialmente de desapariciones por motivos políticos -las organizaciones de derechos humanos hablan de más de 500- se han producido en comisarías. Un ex preso de opinión, Salah el Ouadie, escribía en abril en la prensa una carta abierta al policía que le torturó en 1974, actualmente uno de los responsables de la seguridad del Estado. ¿No se siente usted algo responsable?

R. En absoluto. La responsabilidad es sólo directa de aquellos que, desde un punto de vista administrativo o judicial, cometieron excesos. Además, se han dado muchos hechos y datos exagerados. Aquí hemos acordado pasar página. Si empezamos a hablar del asunto hay que poner todo patas arriba. No se olvide que incluso el actual primer ministro formó parte de una organización que auspiciaba acciones tendentes a destruir el Estado.

P. Marruecos ha perdido una magnífica oportunidad en materia de derechos humanos. Podía haber acogido en agosto el primer congreso mundial de Amnistía Internacional en un país árabe. Una vez más se le achaca a usted la responsabilidad de haberles retirado la autorización.

R. Es todavía prematuro que se reúnan aquí. El ministro del Interior sólo tiene un voto en el Gobierno. Es el conjunto del Ejecutivo el que ha tomado la decisión porque no puede ir a la contra del sentimiento nacional unánime sobre el asunto del Sáhara. No aceptamos que Amnistía propague tesis hostiles a nuestra integridad territorial. Amnistía defiende a supuestos presos saharauis. Le dijimos que, si hay tales presos, no son presos de opinión, sino de guerra, y que es un asunto que incumbe a la ONU, a la Cruz Roja, etcétera. Dicho esto, Marruecos ha tenido la valentía de colaborar con Amnistía para perfeccionar la situación de los derechos humanos y esta organización nos ha manifestado su satisfacción por ello.

P. Marruecos es el primer exportador de hachís a Europa, según la Organización Internacional de Control de Estupefacientes, que depende de Naciones Unidas. ¿Es culpa suya?

R. No. Desarrollamos, con nuestros medios, una lucha implacable. No se olvide de que los marroquíes no consumen este producto. El mercado, los consumidores y las redes cómplices para transportarlo y distribuirlo están en Europa y, sobre todo, en España. El hachís marroquí se consume sobre todo en Francia, Holanda, Portugal y España, pero los grandes responsables de las redes son españoles. El ministro del Interior [Jaime Mayor Oreja] lo sabe y luchamos juntos.

P. ¿Por qué se ha puesto tan contento al conocer, el jueves, el censo de electores para el referéndum de autodeterminación del Sáhara Occidental?

R. Porque la mayoría de los que figuran en la lista de la Minurso [Misión de la ONU para el Sáhara Occidental] viven en Marruecos o en el territorio en disputa y no en Tinduf [suroeste de Argelia]. Eso hace presagiar que cosecharemos un gran éxito cuando acudan a las urnas. Pero, además, el censo hace trizas la tesis de que el pueblo saharaui está refugiado en Tinduf y que en la antigua colonia española sólo viven ahora colonos enviados allí por Rabat.

P. Lleva dos décadas ostentando la misma cartera. ¿No está cansado?

R. No, en absoluto. Es un asunto biológico. Hago mi trabajo lo mejor que puedo ejecutando la voluntad de Su Majestad.

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