La moda del blanco y negro
Muchos aficionados a la fotografía añoran el blanco y negro. Este tipo de películas se revelan ya en muy pocos lugares. Pero no es complicado, ni muy costoso, hacerse con un laboratorio de bolsillo. Por unas 5.000 pesetas se pueden adquirir los elementos imprescindibles: cubeta, termómetro, reloj con segundero y los líquidos para el revelado. En segundo lugar, hay que encontrar un rincón de la casa que sirva como cuarto oscuro. Con las luces apagadas, se coloca el rollo dentro de la cubeta. Se enciende la luz y se vuelcan en ella los líquidos que previamente se han preparado. Es importante medir la temperatura. Pasados de cuatro a ocho minutos, se lava la película durante unos segundos para eliminar los restos de revelador y la dejamos en la cubeta con el fijador. Después colocamos la cubeta debajo del grifo para lavar el interior. Sólo entonces se puede abrir la cubeta para extraer y secar los negativos en un lugar que no haya mucho polvo. Para visionarlas en el ordenador se necesita un escáner de negativos, que se encuentran a partir de las 30.000 pesetas. A la hora de imprimir se puede optar por la impresora habitual o copiarlas en un disquete y enviarlas a un laboratorio, donde obtendremos copias de calidad. Éste es el milagro del blanco y negro. Y así es como fotografía Joaquín Hernández, Kiki, un joven reportero gaditano que desentraña Cuba en blanco y negro en su libro Cuba Viva. En la foto adjunta, Kiki sorprendió a esos niños cubanos, en una clase claramente contextualizada por los retratos de José Martí y del Che Guevara, solemnes y austeros como el ambiente, en segundo plano, pero presidiendo, resaltando a los chavales, en una progresiva escala tonal que acaba en iluminada sonrisa.
Comentarios: pjulia@elpais.es
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