El malestar de los jóvenes tiene raíces sociales y económicas
El clero que gobierna Irán parece haber sobrevivido a los peores disturbios sociales desde la Revolución Islámica de 1979, pero existe el sentimiento bastante extendido de que la calma oculta graves problemas sociales y económicos y un descontento general, en especial entre la juventud. "Esto ha sido una advertencia, una chispa que ha encendido una ola de descontento entre los pobres, los desempleados y los jóvenes hartos y frustrados", manifiesta Naser, un licenciado universitario que conduce un taxi para ganarse la vida.
Para desanimar eventuales nuevas amenazas a su control del poder, el clero conservador, cautamente respaldado por los grupos reformistas rivales, organizó la gigantesca manifestación progubernamental de ayer con la intención de hacer patente el amplio respaldo popular con el que cuenta. Sin embargo, muchas voces dentro del sistema admiten que los estudiantes, cuyas peticiones se hacían eco de los deseos de los jóvenes iraníes en general, tienen una causa legítima, algo que en su opinión debieran comunicar por las vías legales.
"El movimiento estudiantil tiene un carácter genuino; tiene una identidad clara y verdadera y siente que tiene sus motivos para protestar", declaró el ministro de Defensa, Alí Shamjani.
Base económica
Las protestas espontáneas y los disturbios han constituido un recordatorio de que los dirigentes tienen que ofrecer bastante más que tibias concesiones políticas para satisfacer a la creciente población joven del país. Aunque las manifestaciones de los estudiantes exigían cambios políticos, existe la convicción generalizada de que los disturbios que siguieron hunden sus raíces en la decadente situación económica, dado que muchos jóvenes desencantados tomaron parte activa. La mayoría de los actos de violencia se produjeron en los barrios más pobres y con las tasas más altas de desempleo, donde los estudiantes tienen una presencia menor. Según testigos presenciales, muchos bancos fueron asaltados después de ser incendiados, y coches último modelo fueron volcados y quemados, aparentemente fruto de la creciente frustración económica.
Más del 60% de los 63 millones de habitantes con que cuenta Irán tienen menos de 25 años, y cada año cerca de un millón de jóvenes se incorpora al mercado de trabajo, que no tiene mucho que ofrecerles.
El presidente Mohamed Jatamí, elegido en 1997 con el aplastante apoyo de los jóvenes, ha prometido cambios estructurales para suavizar la presión económica, pero se ha hecho muy poco a la vista de las enconadas disputas entre facciones y de la oposición de los sectores más duros.
Los halcones han frustrado de forma sistemática los intentos de Jatamí para mejorar las relaciones con Occidente, cuya ayuda tecnológica y financiera ha buscado para mejorar la economía.
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