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Termina la guerra fría del chocolate

Tras 25 años de disputas, los países de la Unión Europea logran un acuerdo sobre la pureza del chocolate

La construcción europea va a dar un paso de gigante. Está a punto de acabarse un conflicto discreto, pero agotador, que ha durado un cuarto de siglo: la guerra del chocolate. Tras arduas negociaciones, los Quince han logrado, por fin, ponerse de acuerdo sobre la composición exacta del chocolate. En la Unión Europea (UE) está todo legislado, desde el tamaño de los preservativos hasta el espacio del que deben disponer los pollos transportados en camiones. Sólo faltaba el chocolate.

Europa estaba hasta la fecha enfrentada en dos bandos irreductibles, el de los puristas y el de los mezcladores. En el primero figuraban sobre todo los fundadores de la Comunidad Europea, encabezados por Bélgica y Francia, y a los que se había sumado España para demostrar su fervor europeísta. Todos ellos sólo permitían fabricar y comercializar chocolate exclusivamente a base de cacao.

El Reino Unido capitaneaba el grupo de los mezcladores. Cuando ingresó en 1973 fue autorizado a seguir produciendo -no a exportar- chocolate añadiendo al cacao grasas vetegales. Irlanda, Dinamarca, Portugal, Austria y los países escandinavos obtuvieron la misma exención.

Un muro del chocolate dividió entonces el Viejo Continente. La Comisión Europea desarrolló en 1984 su labor mediadora para intentar derribarlo mientras ambas partes se cruzaban acusaciones. Los puristas vituperaban a sus adversarios por fabricar un chocolate baratucho y adulterado, a lo que éstos les respondían que Bélgica y Francia intentaban dar salida al cacao de sus ex colonias, empezando por el de Costa de Marfil, primer productor del mundo. Cadbury y Mars, los productores británicos, argumentaban, además, que la presencia de grasas vegetales hacía al chocolate más resistente al calor veraniego.

La Comisión fracasó y el asunto llegó hasta los jefes de Gobierno en 1992. Estaba a punto de estrenarse el gran mercado único y quedaba incompleto si la libre circulación de mercancías no incluía al chocolate. Hubo que esperar, sin embargo, hasta 1996 para que Bruselas pusiese sobre el tapete una nueva propuesta de compromiso.

Tres años después, los ministros de Comercio han alcanzado, por fin, un acuerdo por mayoría hace una semana, pero fue la Comisión, a través de Martin Bangemann, la que objetó la transacción porque le perjudicaba. Bangemann acabó levantándola el 30 de junio y ese mismo día anunció su pase a Telefónica.

Al chocolate, estipula el acuerdo, se le podrán agregar hasta seis grasas vegetales tropicales (aceite de palma, sal, karité, kokom gurgi, illipe y sebo de Borneo), pero el añadido no rebasará en ningún caso el 5% del peso. Los consumidores serán informados con una advertencia en la etiqueta: "Contiene grasas vegetales, además de manteca de cacao". Puro o mezclado, ninguna frontera restringirá ya la venta del chocolate. Si la Eurocámara lo aprueba entrará en vigor dentro de 36 meses.

Los ministros están contentos; el sector chocolatero, menos.El responsable de Caobisco, su asociación, Arnold van Hecke, no exhala entusiasmo: "Estamos satisfechos de que algo se haya acordado, pero el precio ha sido muy alto". Los países exportadores de cacao están enojados. Europa consume la mitad de su cacao y temen que sus ventas anuales caigan en 200.000 toneladas.

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