El remate de la apuesta argentina
La reorganización que acaba de realizar Repsol, en la que aparece como fichaje estrella el nombre de Miguel Boyer (el exministro conoció el mundo del petróleo como director financiero del Instituto Nacional de Hidrocarburos, embrión de la actual Repsol y en el que estaba integrada la antigua Campsa), es la culminación de la primera gran apuesta de Alfonso Cortina. Tanto Cortina como su antecesor en el cargo, Óscar Fanjul, siempre han defendido que el futuro de Repsol pasa inevitablemente porque el grupo aumente de tamaño. Por ello, Cortina -uno de cuyos principales aciertos fue mantener al equipo ejecutivo de Fanjul tras su nombramiento por el actual Gobierno- emprendió la aventura argentina, que no sin un buen número de quebraderos de cabeza parece haber llegado a buen puerto. La integración Repsol-YPF le costará al grupo español más de dos billones de pesetas. Una inversión apoyada en una operación de financiación valiente, pues ha estado basada en la mayor ampliación de capital realizada por un empresa española (850.000 millones de pesetas), que ha sido perfectamente absorbida por el mercado. La nueva Repsol-YPF será la octava petrolera del mundo, con una capitalización de 31.800 millones de euros (5,2 billones de pesetas), unas ventas de 22.000 millones de euros (3,6 billones de pesetas) y una producción de un millón de barriles diarios.
Sin embargo, la operación Repsol-YPF no ha perseguido crecer por crecer. El grupo español presenta una buena capacidad de refino (controla más de una decena de plantas distribuidas por toda España), así como de distribución. El gas natural tampoco es un punto débil de Repsol. Sí lo eran la exploración y la producción. De ahí que el grupo comenzara a buscar oportunidades en el exterior y empezara a a sumar alianzas y adquisiciones. Entre ellas, la toma del 56% de la argentina Astra. Pero no era suficiente. Cortina y su equipo tenían la vista puesta en YPF, cuya capacidad de producción es el triple que la de Repsol.
La constitución de Repsol-YPF se produce en un momento de fusiones que comenzó en agosto de 1998 y cuyo último episodio fue, el pasado lunes, la OPA hostil lanzada por la petrolera franco-belga Total Fina (unión de Total y Petrofina) sobre la francesa Elf Aquitaine, el rival de Total de toda la vida, que no encajó nada bien el golpe y que puede estar preparando una respuesta igual de hostil. ¿Continuará el baile?
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