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Dimisión en el López Neyra

Desde comienzos de curso 1998-99, el IES López Neyra se encuentra desbordado. Al alto número de alumnos tradicional (siempre más de 1.100) se añade una cantidad aún mayor que nos ha obligado a utilizar las instalaciones del CP Mediterráneo para el primer ciclo de la ESO. Los espacios que allí ocupamos no reunían las mínimas condiciones, puesto que no hubo ningún tipo de dotación de material ni económica extraordinaria. En el edificio principal, tenemos 35 grupos en turno único. Estos grupos incluyen una cifra elevada de alumnos con necesidades educativas especiales derivadas de déficit sociocultural, al proceder de medios sociales y familiares muy problemáticos. La Consejería de Educación acepta esto al reconocernos como IES situado en Zona de Atención Educativa Preferente. En el curso 1999-2000 tendremos unas 50 unidades educativas. El centro se ha visto obligado a recibir alumnos de otros siete colegios, corresponden a la zona educativa Poniente-Ciudad Jardín, donde se deberían haber construido tres IES. A nadie se le oculta el peligro de convertir el López Neyra en una especie de enorme almacén gueto. Ante esto, el claustro y el consejo escolar han reaccionado con un rechazo absoluto. El equipo directivo ha sido duramente criticado por no tomar una postura combativa frente a la delegación. Se formó una comisión del claustro para luchar contra estas previsiones que solicitó, y obtuvo, la presencia del inspector de referencia del centro en una sesión de claustro. En esa sesión se manifestó el malestar existente en el centro y, ante hechos consumados, se exigió que como mínimo se compensara al IES López Neyra con inversiones, material, ratio más baja, profesores de apoyo, un espacio de uso exclusivo para el IES, etcétera. En estas condiciones, suena ridículo hablar de calidad de enseñanza, del carácter positivo de la LOGSE, de igualdad de oportunidades, de atención adecuada a la diversidad del alumnado, etcétera. En conclusión, y por coherencia con lo anterior, presento mi dimisión como directora al delegado el 14 de junio, así como la del equipo directivo que presido, que será efectiva el día 30 de junio.- Julia Aguilar Pintor.

Minusválidos

Soy médica de los Equipos de Orientación Educativa de Granada, provisionalmente, pues estoy en espera de la resolución del concurso de traslados. Ingresé en Educación y Ciencia el 27 de febrero de 1990, en los entonces llamados Equipos de Atención Temprana y Apoyo a la Integración del Minusválido en la escuela. En el tiempo que llevo trabajando, sólo hemos conseguido una cosa: que los minusválidos salgan a la calle y no estén encerrados en sus casas o residencias. En este tiempo he podido comprobar que nadie los quiere y que todos, maestros de las aulas, educadores, psicólogos, logopedas, padres y madres, médicos, políticos, fisioterapeutas, asociaciones, fundaciones, hospitales, escuelas, residencias (aunque en cada espacio haya de todo, como en la viña del Señor) quieren "quitarse el muerto de encima". ¿Por qué? Quizás nos cueste mucho trabajo aceptar la vida tal como es. Aceptar que la vida lucha, trabajo, solidaridad, respeto, tolerancia, ayuda mutua, conocimiento de uno mismo y del mundo que nos rodea, crecimiento continuo día a día e inseguridad. Tenemos que buscar la paz en nosotros mismos para poder vivir en paz. Quiero recordar unas palabras del cantautor Víctor Manuel: "A ella la fueron a parir en un hospital, a él lo fueron a parir entre algodón, sus padres se pensaron que aquello era un castigo del señor y los internaron en una residencia. Los sientan separados a comer, ella le dibuja una flor y él algo parecido a un corazón. Sólo pienso en ti".- .

Acelerador de electrones

En un medio provincial se publicaba recientemente la noticia de la puesta en marcha de un acelerador de electrones en el Hospital Virgen de las Nieves de Granada. La máquina ha costado unos cien millones que han ido a engrosar las arcas de una compañía estadounidense. El acelerador ha venido a sustituir la vieja unidad de cobalto. Aunque numerosas en nuestro país, en otros más desarrollados se prefieren los primeros a dichas anticuadas unidades por permitir tratamientos mejores, para evitar la manipulación y almacenamiento de residuos radiactivos (el cobalto radiactivo agotado), etcétera. No se comprende entonces, si se trata de la sustitución de un aparato por otro, por qué habría de aligerar la lista de espera, a no ser que se trate de la creada por el tiempo que la propia unidad ha estado siendo reemplazada. En el artículo se insistía en las bondades y maravillas tecnológicas del nuevo artefacto, precisamente en plena campaña electoral. Hace unos años un dispositivo semejante, quizás algo menos inteligente, originaba ciertos "daños colaterales" en un hospital de nuestro país. Al recordar estos desafortunados incidentes y en un país en el que la radiación parece manipularse con tanto desparpajo, sólo podemos recibir con recomendable recelo ese anuncio, exigiendo a sus responsables la máxima seriedad y prudencia.-

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