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'La larga agonía del gaullismo

La sombra del general tiene atrapada a la derecha francesa en una malla de contradicciones entre europeístas y soberanistas, liberales y estatalistas

En el palacio del Eliseo nadie de la familia presidencial llama ahora "tío Charles" a Charles Pas qua, el hombre que en 1976 cofundó con Jacques Chirac el RPR (Unión para la República). El RPR, buque insignia de la derecha francesa, ha naufragado aparatosamente en las pasadas elecciones europeas, hundido en el peor resultado de su historia, mientras el sentimiento antieuropeo francés, siempre latente, heredero del discurso soberanista del general De Gaulle, ha aflorado con una fuerza inesperada de la mano de Pasqua. Aunque en rigor el gaullismó puede darse por clínicamente muerto —eso es, al menos, lo que sostiene el académico y ensayista Jean-François Revel—, su sombra fantasmal, sus efluvios ideológicos, repescados una y otra vez a falta dé mejores ideas, tiene atrapada a la derecha francesa en una malla de contradicciones insuperables, entre europeístas y soberanistas, entre liberales y partidarios del dirigismo económico estatal.

Nada sospechoso de coquetear con la izquierda, Jean-François Revel se ha preguntado, incluso, si Francia necesita verdaderamente una derecha, en ese serial de entrevistas y análisis que el diario conservador Le Figaro ha abierto, en un ejercicio de terapia de choque.

Pese a su popularidad, actualmente a la baja, el liderazgo del presidente Chirac empieza a ser cuestionado por sus propios correligionarios conservadores. El procesamiento judicial de sus más fieles elementos, el ex primer ministro Alain Juppé y el alcalde de Paris, Jean Tiberi, implicados en la financiación ilegal del RPR, anuncia tiempos comprometedores, altamente inestables.

Con el viento a favor de sus fantásticos resultados electorales -el 13%- superior en unas décimas al del RPR, Charles Pasqua, el viejo dinosaurio de la política francesa, ha vuelto al primer plano de la actualidad dispuesto a quedarse, y por mucho tiempo. De momento ha creado un partido que, no por casualidad, lleva las mismas siglas, RPF (Unión para Francia), que el movimiento fundado en su día por el mismísimo general.

El ex ministro de Interior cuenta con atraer a su partido a buena parte de ese 6,77% de electores que han votado las listas de Caza, Pesca y Tradición, un movimiento ruralista, antieuropeísta furibundo, que además de rechazar los limites impuestos por Bruselas a la caza y la pesca participa del sentimiento de aversión a las élites que dirigen Francia y al centralismo parisiense. Más aún: Pasqua es la alter nativa razonable para muchos de los decepcionados votantes de la extrema derecha del Frente Nacional, dividida hoy por hoy entre lepenistas (Jean-Marie Le Pen) y megretistas (Bruno Mégret), dos campos aparentemente irreconciliables. En conjunto, el RPF tiene ante sí un terreno potencial de, casi un 30% del electorado.

El pánico se ha apoderado del RPR, representante histórico del gaullismo, que no supo engañar a su sombra en una campaña dirigida por los caracterizados liberales europeos Nicolás Sarkozy y Alain Madelin, y centrada en la idea pretendidamente movilizadora de que el partido gaullista es "el partido del presidente de la República, Jacques Chirac".

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Algo de lo que se avecinaba debía de saber el ex presidente del RPR y cabeza de candidatura, Philippe Séguin, cuando, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, optó por saltar en marcha en los primeros compases de la campaña y anunciar su dimisión a través de una nota cargada de reproches implícitos a Chirac y enviada no a la ejecutiva de su partido, sino a una agencia de prensa. La figura más caracterizada del gaullismo dentro del RPR no quiso cargar con una nueva bofetada electoral tras haber intentado, vanamente, hacer del RPR algo más que el partido de los seguidores del presidente.

Tras la debacle, tampoco Nicolás Sarkozy ha querido permanecer más tiempo personalizando el fracaso al frente del fracaso al frente del partido. "Ha bajado la cabeza y las balas le han dado a Chirac", se comenta con indisimulado regocijo en los círculos del efímero presidente del RPR.

El intento de Chirac de retomar las riendas de su teórico partido, resucitando a Alain Juppé, ha pinchado esta vez en hueso. Divididos en las sempiternas familias anudadas en torno a los no menos sempiternos notables: Edouard Balladur, Philippe Séguin, Alain Juppé, Jean-Louis Debré..., los dirigentes del RPR han optado por una dirección colegiada, a la espera de que pase algo que haga cambiar la suerte.

El regidor de París, Jean Tiberi, que no tiene intención alguna en convertirse en el chivo expiatorio de la financiación ilegal del partido durante los años en los que Chirac era el alcalde de la capital y el presidente del RPR, ha aprovechado el va cío de poder para anunciar su candidatura a la reelección antes de que el juez le comunicara su procesamiento. Habida cuenta de su reputación, la candidatura de Tiberi resulta doblemente suicida, puesto que la renovación en el 2001 del Ayuntamiento de París, bastión eterno de la derecha, será algo así como la primera vuelta de las elecciones presidenciales del año siguiente. Fragmentada como nunca, desalojada del poder, en plena crisis de ideas que oponer a esa mezcla de firmeza programática y pragmatismo, propia del Gobierno Jospin, la pluralidad de la derecha francesa viene a ser la cara negativa del invento de la "izquierda plural".

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