Rubén Blades emociona en Madrid
Prohibido olvidar: es el nombre de esta gira española de Rubén Blades. Ocho años de ausencia del panameño son demasiados, aunque no los suficientes para que la gente le haya olvidado. Pasaban 25 minutos de las diez cuando salió a escena, con sombrero negro y unas maracas. En las primeras filas ondeaban unas cuantas banderitas panameñas. Unas 1.800 personas acudieron al Conde Duque a encontrarse de nuevo, o quizá por primera vez -había gente de Ketama, Jarabe de Palo, Van Van...-, con este artista al que la política -fue candidato a la presidencia de Panamá- y las películas -la última a las órdenes de Tim Robbins- han alejado de su tarea musical.
Hubo cierta confusión previa: en la prensa se decía que iba a presentar su nuevo disco; los carteles, en cambio, que interpretaría sus éxitos. Ganaron las dos opciones. Y ganamos todos. El instrumental del inicio corrió a cargo del trío Editus -los costarricenses tienen a Blades entusiasmado, y no es de extrañar-, con una tímbrica basada en la cuerda. Blades cantó material inédito y se trajo a Pedro Navaja. Continuó narrando crónicas urbanas y defendiendo tesis panamericanas: Camaleón, Plástico, Decisiones, Buscando América, Muévete... Iba acompañado por una orquesta de 11 músicos realmente apabullante de juventud y talento.
Suple la ausencia de una voz portentosa con un excelente fraseo, mucho arte y letras de contenido social, como se decía antes. Rubén Blades sigue creyendo, ¡albricias!, que la música, además de diversión, es información y cultura. De telonero, los promotores colocaron a Raúl Paz, un joven cubano que vive en París, y que llegó muy bien arropado.
Blades está en otra historia. A unos días de cumplir 51, ha regresado con ganas. Rompió esquemas a finales de los años setenta con Siembra -el vinilo de Pedro Navaja- y ahora pretende apoyarse en el grupo Editus, con el fin de no repetir patrones rítmicos cubanos y jugar con otras sonoridades, en su búsqueda de un territorio emocional común para los latinos. Prohibido olvidar, que le lleva a Málaga (6 de julio), Barcelona (día 7), Tenerife (día 8), Gran Canaria (día 9) y Huesca (día 10), tiene que ver con la memoria. Nos cuenta de paso que alguno de aquellos Pedro Navaja cambió el arma blanca por una ametralladora y ahora asesina por encargo. Lo cantó anoche en la espeluznante Sicarios: "Yo no sé si el tipo es bueno o malo; sólo sé que le tocó perder. En el cielo está Dios, soberano; en la tierra, la orden del cartel".
Babelia
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