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Escocia marca distancias con la reina Isabel en la inauguración de su Parlamento autonómico

Isabel Ferrer

Una estuardo, la reina Ana, ocupaba el trono inglés en 1707 cuando la unificación de Escocia estableció formalmente la Gran Bretaña, de la que también forma parte Gales. Casi 300 años después, otra soberana, Isabel II, de la casa de Windsor, ha presidido la reapertura del Parlamento de Edimburgo. Un acto que simboliza el traspaso de poderes desde Westminster y abre una nueva etapa en la historia política de los británicos y durante el cual la familia real británica se vio sometida a unos momentos de bochorno. Fue cuando el himno nacional God save the queen fue sustituido por un canto que alaba a los hombres libres y a las gentes corrientes.

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Acompañada por su esposo, el príncipe Felipe que es también duque de Edimburgo, y por su hijo, Carlos de Gales, Isabel II tuvo que mantenerse impasible cuando la ceremonia de apertura del Parlamento comenzó con una famosa canción popular que resalta las virtudes de los pobres y ridiculiza los poderes y títulos nobiliarios. Incluso el ministro principal de Escocia, Donald Denwar, hizo mención a la canción en su discurso. "En el corazón de ese cántico hay una convicción muy escocesa: que la dignidad y la honestidad son principios que nada tienen que ver con rangos o privilegios de cuna". Para los miembros de la nobleza británica, esta canción fue como una bofetada para la familia real. "Al elegir esta canción y rechazar el himno nacional están alentando cierto separatismo en un Parlamento que se supone debe preservar la unidad del Reino Unido", aseguró el conde de Lauderdale.

Pero nobleza obliga. Y a pesar de todo, la reina trató de captar ayer en su discurso el ánimo de los 129 diputados escoceses electos y de los miles de personas que se agolparon para saludarles camino del Parlamento. Sin embargo, la jornada de ayer registró varios incidentes y tuvo un gran ausente, Tony Blair. Al paso del carruaje abierto de la soberana inglesa, varios simpatizantes de la causa republicana irlandesa rompieron el cerco policial abucheándola y portando pancartas. Su acción se saldó con seis detenidos. Un grupo de estudiantes contrarios al pago, obligatorio, de las tasas universitarias, también se hizo oír.

Enfrascado en las negociaciones de paz de Irlanda del Norte, el líder laborista envió una nota, leída por Denwar. Sin mencionarlo directamente, Blair llamaba en su escrito al Parlamento de Edimburgo eso que tan buen resultado le ha dado en otras ocasiones: el "Parlamento del pueblo".

Conocido por sus dotes como gerente y la estricta disciplina que aplica a su trabajo, Dewar se dejaría llevar luego por la emoción. Sonriente y algo tembloroso aseguró que la Cámara se moverá al ritmo del debate y la pasión. "Seremos la voz nueva de un nuevo sueño y para ello debemos saber antes quiénes somos y adónde vamos". Cuenta para ello con el apoyo de 56 diputados laboristas. Sus principales oponentes, los 35 miembros electos del Partido Nacionalista Escocés (SNP), tienen sus propios planes. Alex Salmond, su líder, concibe la devolución parlamentaria como un primer paso para conseguir la "igualdad entre las naciones". Una independencia que quiso recordar con un inofensivo desafío. A instancias suyas, todos los diputados del SNP lucieron en la solapa una rosa blanca, emblema del nacionalismo escocés.

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