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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Reconstruir y construir

No basta con reconstruir lo destruido por la guerra. Para estabilizar los Balcanes, para que no se repitan los conflictos, es necesario construir un nuevo espacio económicamente integrado, formado por democracias tolerantes. La idea de un pacto de estabilidad para la zona -tal como se suscribió el pasado día 10 y que ahora han confirmado Clinton y la UE como un nuevo Plan Marshall- parece bien encaminada hacia estos fines. A corto plazo, sin embargo, Kosovo y los demás territorios de la región necesitan urgentemente fondos para paliar los sufrimientos de las gentes que han vivido la limpieza étnica y los efectos de la guerra en Yugoslavia. Cuanto antes llegue la ayuda, más rápidamente se percatarán los propios serbios de que con Milosevic y su régimen no tienen futuro. La Comisión Europea ya ha propuesto la creación de una Agencia Europea para la Reconstrucción de Kosovo y liberar unas nuevas partidas de ayuda humanitaria. El lanzamiento de este proceso de reconstrucción y construcción se realizará el mes próximo de forma simbólica en Sarajevo, capital de Bosnia-Herzegovina, con una cumbre en la que participarán la UE, Estados Unidos, Rusia, Canadá, Turquía y los países de la zona y vecinos, además de diversas organizaciones internacionales. Los aliados parecen haber sacado las lecciones del Plan Marshall de ayuda de EEUU a la reconstrucción de Europa tras la II Guerra Mundial: no es cuestión únicamente de dar dinero, sino de generar procesos, de fomentar la cooperación y la transformación de la región. El pacto de estabilidad para los Balcanes reposa sobre la idea de aportar ayuda financiera a cambio de la democratización, el respeto a los derechos humanos, la no agresión y la buena vecindad. Es un sistema que, de forma más modesta, ha dado sus frutos en Europa central, donde los problemas de las minorías parecían de imposible gestión.

Condición indispensable es la ayuda financiera. Las cifras que se manejan son aún muy dispares, pues van de los 500 a 700 millones de euros anuales sólo para la reconstrucción de Kosovo a los 5.000 millones de euros al año (el 0,3% del PIB de la UE, como ha recordado Romano Prodi) para la zona, y hasta la cifra total de 50.000 millones de créditos que calcula el Banco Europeo de Inversiones. En todo caso, será más barato que otra guerra. Aunque no haya que caer en la idea de que EEUU pone los bombardeos y Europa el dinero, sí parece lógico que sea la UE la que asuma el mayor coste de esta reconstrucción.

La presencia conjunta en Pristina de los ministros de Asuntos Exteriores de Alemania, Francia, Reino Unido e Italia ha constituido todo un símbolo. Los aliados han acordado que -salvo una ayuda humanitaria o similar, como la que ha de llevarse a cabo para poner en funcionamiento antes del invierno las centrales eléctricas- Serbia no reciba ayuda a la reconstrucción mientras se mantenga el régimen de Milosevic. Hay síntomas de que, cesados los bombardeos, la población resulta menos manipulable y empieza a comprender quién es el principal responsable de sus males.

Con todo, la UE empieza también a ser consciente de que, además de la ayuda, el principal factor de estabilidad lo constituye, para estos países, la perspectiva de ingresar en su seno, así como en una OTAN que ha ampliado su espacio estratégico por la vía de hecho. Con la guerra, el proceso de ampliación se ha alterado. Incluso para Albania, Bosnia, Croacia, Macedonia y, en su día, Yugoslavia, se está creando una nueva categoría de acuerdos con la UE: de estabilización y de asociación. La situación va a resultar compleja de gestionar. Al fin y al cabo, se trata de europeizar los Balcanes.

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