Distintas terceras vías
De la lectura del manifiesto La tercera vía/El nuevo centro, de Blair y Schröder, se deduce que la parte principal de su contenido es económica. Una frase del mismo (difundida anteriormente por Lionel Jospin) compendia la filosofía finalista del documento: "Apoyamos una economía de mercado, no una sociedad de mercado". Los 17 folios se resumen así: hace tiempo que la política económica de la izquierda dejó de ser inflacionista, deficitaria por naturaleza ("no descartamos los déficit públicos: durante un descenso cíclico, es lógico dejar funcionar a los estabilizadores automáticos"), estatalista o antiinversión extranjera. Leer frases como "la conciencia social no se puede medir por el nivel de gasto público. La verdadera prueba de una sociedad es hasta qué punto es eficaz este gasto y hasta qué punto permite a la gente ayudarse a sí misma"; o "los mercados flexibles deben combinarse con un papel redefinido en un Estado activo", etcétera, recuerda muchas de las declaraciones que durante 14 años hemos oído a los ministros de Economía y Hacienda de Felipe González -Miguel Boyer, Carlos Solchaga o Pedro Solbes-, que representaban el ala más social-liberal del PSOE durante su estancia en el Gobierno.
El problema principal es que los socialistas españoles no supieron conceptualizar en un concepto tan mediático como el de tercera vía u otro cualquiera su práctica política, con todas sus contradicciones. Seguramente ninguno de los tres ministros dijo lo de que "tener el mismo trabajo durante toda la vida es algo que pertenece al pasado", pero hay pocas dudas de que lo pensaban. Y ahora han de observar cómo les llega de otra parte de Europa algo del aggiornamento que impulsaron en España en la década los ochenta y primera parte de los años noventa.
No hay una sola tercera vía en la socialdemocracia, sino tantas como situaciones de las que se parte. En España, los socialistas tuvieron que dar la vuelta como a un calcetín -ayudados por el breve intervalo en el que gobernó UCD- a una economía franquista, corporatista y autárquica, que hundía sus raíces en las experiencias del fascismo italiano; cuando se haga la historia distanciada de este periodo, uno de los activos más importantes del PSOE será el de haber acostumbrado a los agentes económicos y sociales a transitar con las reglas del juego de una economía abierta. Los laboristas británicos han de elaborar su tercera vía después de 18 años de thatcherismo desestructurador. Los socialistas franceses se actualizan a ojos vista, en silencio, sin reconocerlo, desde un socialismo intervencionista a un socialismo más anglosajón, como demostraba The Economist.
El manifiesto de Blair y Schröder tiene como principal virtud profundizar, en un debate ya abierto, sobre las reformas de la socialdemocracia para adaptarse a la economía global. Pero también ha generado renuencias: la primera, su escaso nivel de concreción. Parecería como si sus autores buscasen ante todo la etiqueta de reformadores, pero sin avanzar en los contenidos de tales reformas. El manifiesto es de una brumosa conceptualidad: impulsa un debate imprescindible y al mismo tiempo lo rehúye por la inanidad de los instrumentos que contempla; por eso Aznar se ha sentido tan atraído por esta corriente. En segundo lugar, por el momento en que fue lanzado: en plena campaña de unas elecciones europeas en la que todos los partidos socialdemócratas se presentaban con un programa común, alemanes y británicos se separaban del mismo, lo que fue aprovechado por los conservadores, que ganaron los comicios al Parlamento Europeo. Hay una lectura política paralela del manifiesto de la tercera vía: el intento de sacar a Alemania del abrazo francés, con su aquiescencia, y llevarla al redil británico. Un nuevo eje Londres-Berlín, alternativo al tradicional París-Bonn que constituyó la referencia principal en la construcción europea.
La gran pregunta es si esta tercera vía, que ha sido planteada en el seno de la izquierda, significa rebajar los valores tradicionales de la socialdemocracia o sólo las herramientas para ponerla en práctica.
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