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Un francotirador hiere a un peatón y tiene 10 horas en jaque a la Ertzaintza en Bilbao

Poco después de las once de la mañana de ayer, A.R.V., de 30 años, salía esposado del portal de su vivienda, en el número 11 de la calle Trauko de Bilbao. Se cerraba así un episodio que había mantenido en jaque a la Ertzaintza desde que a las dos de la madrugada el joven se asomó a la ventana de su domicilio y disparó con una escopeta a un transeúnte. La víctima resultó herida en el pecho, cabeza y cuello. El agresor, que amenazó con matar "a medio barrio", podría sufrir una depresión por una relación sentimental, según la policía.

A.R.V. parecía aturdido cuando a las 11.10 de ayer salió del portal y se enfrentó a las cámaras que le enfocaban y a las decenas de curiosos que esperaban el desenlace desde varias horas antes. Vestía la camiseta verde del pijama y llevaba las manos esposadas a la espalda. El gesto ceñudo, el pelo rubio. Agentes de la Unidad de Intervención de la Ertzaintza le sacaban de su domicilio tras haber abierto la puerta con la llave que la propia madre de A.R.V, fuera de la vivienda, les había proporcionado. En contra de lo que parecía inevitable, los agentes no tuvieron que utilizar la fuerza ni hacer uso de sus armas. El joven no opuso resistencia. "Sólo faltan los aplausos para que parezca una serie de televisión", comentó un joven de 19 años que reside enfrente. A.R.V. nació en Cartagena y se gana la vida repartiendo huevos. A las dos de la madrugada de ayer, nadie sabe con exactitud por qué, se asomó a la ventana de su domicilio, en el segundo piso del número 11 de la calle Trauko, y efectuó cuatro disparos con una Franchi automática del calibre 12, una escopeta de caza. Uno de ellos dio de lleno en el pecho a un joven vecino del barrio de Uribarri, que también sufrió heridas en la cara, cabeza y cuello y tuvo que ser trasladado al hospital de Basurto. En un principio se creyó que la víctima -carnicero en un supermercado del barrio, según algunos vecinos- salía del Kasetxe, "un bar de poteo normal", en el número 6 de Trauko, enfrente del edificio de donde salieron los disparos. Sin embargo, las primeras pesquisas policiales apuntan a que transitaba por el lugar. Para algunos, el disparo no fue aleatorio: tenía un objetivo. Un joven aseguró que agresor y víctima son amigos. "Suelen jugar al fútbol y también a las cartas. A lo mejor había alguna deuda de juego por medio", sugirió. Otro impacto fue a parar contra un Seat Toledo aparcado junto al bar Kasetxe. Otra perdigonada se quedó en la pared de la vivienda del tirador, ya que, al parecer, se le disparó la escopeta sin querer. Al poco de oírse los tiros, la zona fue tomada por un impresionante dispositivo policial. A las siete de la mañana había dos furgonetas y ocho coches de la Ertzaintza, así como varias patrullas de la Policía Municipal. La calle fue acordonada y el tráfico cortado para investigar la procedencia de los disparos. Como se desconocía su origen, se solicitó información a la Guardia Civil sobre los vecinos del inmueble que podían tener licencia de armas y pronto se supo que sólo A.R.V. la poseía. Excitado por el despliegue de policías y curiosos, hacia las ocho de la mañana, el francotirador se asomó a la ventana y gritó: "Voy a matar a medio barrio". Para entonces, el juzgado de guardia conocía los hechos y una comisión judicial se había presentado en el lugar. El joven se negó a obedecer los requerimientos policiales para que saliera desarmado y el juez autorizó a derribar la puerta. No fue preciso. La madre entregó a los ertzainas la llave de la vivienda, donde hallaron más de 50 cartuchos de munición. Al parecer, A.R.V. sufre una depresión por un desengaño amoroso.

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