Los descuideros hacen su agosto en Barcelona
Olof aparca el coche en la acera, frente al hotel Continental, en el número 138 de La Rambla. Un Mazda de matrícula sueca. Mientras formaliza la reserva, su mujer, Erika, custodia las maletas. "¡Mi esposa no está y el coche tampoco!", exclama Olof al regresar de nuevo a la recepción. "Si estaba mal aparcado, quizá haya tenido que sacarlo del sitio", apunta el recepcionista. Media hora después, la opción se descarta. Tal vez la grúa... Una llamada a la Guardia Urbana elimina la posibilidad. "¡Han desaparecido, han desaparecido!", repite el marido. Se da aviso a la policía. Sin resultados. Después de dos horas de tensa espera, Erika aparece y relata lo ocurrido. "Dos chicos pasaron en una moto, me agarraron el bolso y se fugaron. Los seguí, pero no los he encontrado". "Fue como en las películas", remacha Josep M. Malagarriga, de 29 años y director del establecimiento, quien vivió la escena en directo. "El delincuente busca descaradamente al turista. Es un problema grave en esta zona y va en aumento", asevera. En el Continental, nueve de cada diez clientes son extranjeros. "Cada semana, roban a un par de ellos. Anoche mismo, a un inglés le pisparon la cartera al salir del tablao El Cordobés". Barcelona recibe anualmente tres millones de turistas. Algunos de ellos -unos 50 ciudadanos británicos y cerca de un centenar de alemanes al mes- conocen personalmente las artes digitales del caco que les ha desplumado el bolso, el monedero o la cartera. La mayoría de los robos se produce por descuido de la víctima y al amparo de la picaresca del ladrón, descuidero en lenguaje policial. El desvalijado, a menudo, ni se percata. No suele haber violencia, sino una acción rápida y efectiva. "Quien practica el hurto no se fija especialmente si la víctima es guiri o no", sostiene un portavoz del Cuerpo Nacional de Policía (CNP). "El delincuente es un observador y elige al más despistado. Los visitantes son más propensos al descuido y, por eso, se convierten en un reclamo", redondea. Crecen las denuncias. "Barcelona es una ciudad muy segura", afirma el vicecónsul británico Ian Bradley. Pese a ello, las denuncias por robo de los súbditos ingleses -contando los pasaportes de urgencia emitidos- han aumentado de 385 a 582 en el último trienio, y este año van en ascenso. También apuntan al alza las previsiones del consulado alemán. "Hemos detectado un incremento, pero nos faltan elementos para saber si hay más delincuencia o si la subida está en relación con el aumento de turistas", señalan fuentes de esta delegación. El volumen de visitantes se ha duplicado en Barcelona durante la década de los noventa, pero los robos no han crecido, "ni mucho menos", en la misma proporción, según las estimaciones policiales. Las tarjetas calientes. El dinero es el mejor botín. La unión del pasaporte con la tarjeta de crédito o con un cheque de viaje también es codiciada. Las tarjetas, en argot, se llaman calientes o frías. Las calientes se cotizan al alza. Son las que acaban de ser sisadas y pueden usarse con ciertas garantías las primeras 24 horas. Con ellas se compran prendas y artículos en los grandes almacenes y luego se revenden. Pasado este tiempo, las tarjetas se enfrían. Entonces, sólo sirven para pagar la autopista y para adquirir bonos de metro y autobús, que también se colocan de nuevo en el mercado. Las radiocasetes de coche, las cámaras fotográficas y las de vídeo, muy buscadas hace siete u ocho años, son productos a la baja. La policía descarta que dentro de la ciudad existan bandas organizadas dedicadas a los turistas. Sin embargo, algunos delincuentes parece que se hayan especializado en esta práctica y han hecho de él su modus vivendi. En Ciutat Vella, distrito donde se concentran los robos a visitantes extranjeros, "el 80% de los atracos cometidos el año pasado fueron perpetrados por sólo cinco personas. Alguno de ellos fue cazado in flagranti hasta cuatro veces el mismo día, y otro llegó a acumular más de 200 detenciones ", apunta un agente del CNP. Una falta impune. El hurto a turistas tiene amplias posibilidades de quedar impune. Según el nuevo código penal, los robos inferiores a 50.000 pesetas no son delitos sino faltas y, por tanto, quienes los cometen no pasan a disposición judicial. La mayoría de los casos de robo a ciudadanos extranjeros, ya sea delito o no, haya denuncia o no la haya, queda sobreseída porque éstos no se presentan al juicio. Los puntos calientes de este tipo de delincuencia son las zonas más visitadas por los turistas. De día, la plaza de Catalunya, La Rambla, la catedral, el parque Güell, Montjuïc, las playas, las áreas comerciales y los museos. De noche, la plaza Reial, el Maremàgnum y el Port Olímpic. A veces, el ladrón espera a sus víctimas en una de las vías de acceso a Barcelona -el nudo de Glòries, especialmente-, desde donde sigue al coche con matrícula extranjera hasta encontrar el minuto más propicio. Denunciar los hechos es indispensable para formalizar las diligencias del seguro de viaje y para recibir la ayuda del consulado.
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