De la Alpujarra a Atenas sin pisar asfalto
El sur de España y el sur de Grecia comparten el blanco de sus pueblos y la mansedumbre del Mediterráneo. Y en pocos meses cerrarán otro lazo de unión, camuflado bajo un críptico nombre: E4. Tras estas escuetas siglas serpentean nada menos que 5.500 kilómetros de un sendero señalizado para ser recorrido a pie o a caballo que atraviesa nueve países europeos y enlaza Gibraltar con el Peloponeso. 1.600 de esos kilómetros discurren por España bajo el acrónimo GR7, y unos 400 lo hacen por Andalucía. Además del E4, en Europa existen otras diez sendas de gran recorrido (GR). La mayoría han sido promovidas por asociaciones de montañismo francesas que, en 1947, comenzaron a recuperar y divulgar antiguas veredas en desuso para la práctica de una afición creciente: el senderismo. A la iniciativa gala se sumaron clubes de montañeros del resto del continente. Así, los caminos de unos países se enlazaban con otros dando lugar a grandes rutas perfectamente señalizadas con hitos y descritas en completas guías turísticas y deportivas. En España forman parte de esta red de capilares para andarines, por ejemplo, el camino de Santiago (GR65); una ruta que atraviesa, de mar a mar, los Pirineos (GR11); y el mencionado GR7, que nace en Andorra y muere en Algeciras tras bordear la costa mediterránea a una distancia prudente del mar. En Andalucía, este sendero cruza Granada, entra en Almería, Jaén y Córdoba, y continúa por Málaga hasta Cádiz. En estas dos últimas provincias, el camino aún no se ha terminado de señalizar. En Granada, sin embargo, la última baliza se colocó hace unos meses. Un trabajo desarrollado por la Diputación y la Federación Andaluza de Montañismo, quienes también han editado las pertinentes guías de campo de los dos ramales que discurren por esta provincia: el tramo del Valle de Lecrín y el de la Alpujarra. Es en la montañosa comarca granadina, donde el E4 -y su brazo, el GR7- ofrece uno de los paisajes más agrestes y algunos de los vericuetos más interesantes de transitar. Curiosamente, el sendero discurre por una de las zonas menos transitadas de la Alpujarra, el Valle del Río Guadalfeo, lejos de las aglomeraciones turísticas de Lanjarón y el Barranco del Poqueira. Mariano Cruz, autor de parte de la guía que explica el GR7 a su paso por Granada, ha recorrido a pie toda la senda alpujarreña y recomienda en el libro una ruta de once kilómetros entre las localidades de Cádiar y Mecina Bombarón, pasando por Narila, Alcútar y Bérchules. "Es una paseo largo pero descansado", asegura. "Se puede hacer en cinco horas, se sube de una altitud de 900 a 1.400 metros y permite repasar la historia española del siglo XVI". El Valle del Guadalfeo separa las montañas de Sierra Nevada de las de La Contraviesa. Y, durante el reinado de Felipe II, fue el escenario de la sublevación de los moriscos. Según Cruz, en la pedanía de Narila aún se conserva, semiderruida, la casa de Abén Humeya, el noble morisco que dirigió la rebelión hasta que fue asesinado por su primo Aben Aboo. La vivienda de este segundo líder revolucionario también permance en pie en Mecina Bombarón, no lejos de la cueva donde fue pasado a cuchillo antes de que Juan de Austria acabara con el levantamiento. Entre los pueblos blancos, el sendero discurre rodeado por fresnos, castaños y los tradicionales cultivos en paratas. El trigo, ya dorado en esta época del año, salpica el verdor del barranco en laderas inaccesibles para las máquinas cosechadoras. A final de julio, los lugareños lo segarán con hoz y guadaña y, en algunas eras como las de Narila, lo trillarán con la ayuda de las mulas al igual que lo hacían los braceros moriscos. Datos de interés La necesidad de alojamiento puede resolverse en La Alquería de Moraima, un lujoso cortijo de arquitectura tradicional alpujarreña. 958 343221.
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