Tusquets, 30 años con fiesta y poesía
Celebrar 30 años de vida con un recital de poesía en un ambiente escogido -jardín romántico de la parte alta de Barcelona, con fondo de hiedra y árboles y estanque con nenúfares y peces de colores- otorga sin duda un toque de distinción. Los responsables de Tusquets no pueden quejarse: todo salió bien la tarde del lunes. Entraron con buen pie en los próximos 30 años -rodeados de amigos, autores y gente de letras- y lo hicieron en la noche mágica del solsticio de verano, sin nubes a la vista y con algunos cohetes aislados que anunciaban la próxima verbena de San Juan y parecían sumarse a la fiesta. La editora Beatriz de Moura no cabía en sí de gozo. "Nunca había consultado tanto el servicio meteorológico como esta semana", confesaba. "Temía que llegaran las lluvias...". Pero, por fortuna, no llovió y los poetas se fueron sucediendo en el jardín italianizante de Tusquets Editores con una única norma: no pasarse de los tres minutos. Se comprende, ya que eran más de 30 y la velada, bien surtida de copas y de canapés, no podía alargarse demasiado. Abrió el fuego Mercedes Abad, por culpa del maldito orden alfabético, que la tiene amargada desde la escuela. La verdad es que llegó tarde, confiando quizá en salvarse de la dictadura alfabética, pero ni así: la esperaron. Subió al escenario del jardín y, valiente y vibrante, se soltó a recitar La canción del pirata de Espronceda. Sonó a atrevimiento, pero el público se contagio enseguida de su entusiamo. "Asia a un lado, al otro Europa y allí, en su frente, Estambul...". Fernando Aramburu se arrancó con un poema que parecía una invitación al mal tiempo que tanto temía Beatriz de Moura -"Yo quisiera ser lluvia..."-, aunque al final, como un aprendiz de mago, transformó la lluvia en confeti festivo. Felipe Benítez Reyes conectó con el ambiente recitando Fiesta en el jardín, de un poeta arábigo andaluz, y Javier Cercas recurrió a Rubén Darío para recitar Lo fatal. Cristina Fernández Cubas levantó cálidos aplausos con un romance del XVI y Luis García Montero se presentó a sí mismo como "Francisco de Quevedo" y recitó uno de los más bellos sonetos de amor. Ángel González aportó unas notas de humor y de calidad antes de que Almudena Grandes rescatara unos versos de Luis García Montero, el hombre que fue Quevedo por un día. Toni Marí, director de la colección de poesía de Tusquets, Nuevos Textos Sagrados, y núcleo del recital, recitó uno de sus poemas, en catalán, y lo redondeó con un poema poco conocido de Alfonso Costafreda, en castellano, que es un elogio encendido a la lengua catalana. Eduardo Mendicutti, con su Poema del despilfarro, se llevó la ovación de la tarde. "Siempre a merced de muchachos voraces, / carezco de cuanto a mi estatus profesional conviene: / apartamento propio, / automóvil de lujurioso chasis y electrónicas / hazañas, mesa / en restaurantes exquisitos cada noche. / Vestuario de marca irresistible. / Ni siquiera estoy abonado a Canal Plus...". Juan Miñana volvió al catalán para recitar a J. V. Foix y cerró la velada el siempre eficaz Jorge Wagensberg con un poema escrito en la Amazonía lleno de onomatopeyas. ("el motor del barco, tu tu tu, / Lejos, a sus espaldas, / los oboes de la selva, fi fi fi...". "Es sabido que Baco y las musas siempre se llevan bien", había advertido Beatriz de Moura antes del recital. Y así fue. Cayeron los versos y cayeron las copas, hasta que la troupe de Tusquets se fue con la poesía a otra parte, al restaurante La Balsa en concreto, donde editores, autores y amigos en general se sumaron a la fiesta hasta las horas pequeñas. Beatriz de Moura, con el catálogo de los 30 años de Tusquets en la mano, comentaba: "El catálogo de una editorial es el testigo de su historia", y daba las gracias sobre todo a los autores. "Ellos dan vida al catálogo y nos dan aliento", dijo. Y luego, como constatando el buen momento de la editorial, añadió: "Celebrar los 30 años con una novela tan buena como Una mujer difícil, de John Irving, es un buen augurio". Y la fiesta sigue...
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