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Augurios en la calma

LUIS DANIEL IZPIZUA Esto es lo que hay, éste es el parto de la tregua. Nueve meses y dos elecciones después de que ésta se declarara, ahí están las cartas, dispuestas para ser leídas y para que cada cual saque conclusiones. Con toda seguridad, algunos esperaban más, mucho más; otros se sentirán satisfechos por haber aguantado la tempestad que se les vino encima. Han sido meses intensos, pues en ellos se ponían en juego dos formas de entender el país, y podemos afirmar que quienes pretendían dar un vuelco a nuestro mapa político no han visto cubiertas sus expectativas. El equilibrio de fuerzas no parece sustancialmente distinto al existente antes de la tregua, aunque, eso sí, se ha limpiado el terreno y apuntan tendencias que algunos tendrán que considerar seriamente. Antes de la tregua, y antes de Lizarra, el país -eso que llaman Euskal Herria- se iba "construyendo" paso a paso. En estos momentos es un barullo repleto de estridencias. Pues, seamos sinceros, ha habido un error de cálculo. Bienvenida sea la tregua, y aún lo será más la paz definitiva cuando llegue, pero ésta ha ido asociada en todo momento para los partidos de Lizarra al logro de unas mayorías sociales inequívocas que les garantizaran un copo institucional desde el que poder diseñar el futuro del país a su gusto. Y eso no lo han conseguido. La paz ha sido instrumentalizada, capitalizada por una serie de fuerzas políticas que se proclamaban sus agentes. Las fuerzas que nos traían la paz, nos la trajeron justo antes de unas elecciones y a escasos meses vista de otras, elecciones ambas en las que se iban a renovar todas las instituciones vascas. Era lógico esperar que estos agentes de la paz se beneficiaran de nuestro agradecimiento con una sensible mejora electoral en las autonómicas de octubre, y que ese momento dulce aún recogiera su fruto en las elecciones que acabamos de vivir. Esas expectativas estaban incluidas en el diseño de la tregua y en el del Pacto de Lizarra, cuya oportunidad electoralista está fuera de toda duda. La paz es sagrada sí, pero no debe servir para extender un tabú sobre las sospechas de la razón, ni para impedir que llamemos al pan, pan, y al vino, vino. Pues bien, esas expectivas no se han cumplido. Si nos atenemos a las cifras comparativas entre los resultados de estas elecciones y las del año 95 para el conjunto de la CAV y Navarra, vemos que los partidos de Lizarra -incluida IU- han perdido dos puntos en las actuales: 53% del total, frente al 55% en las anteriores. En el bloque ajeno a Lizarra, se consolidan y crecen los dos partidos mayores - PSE-PSN, PP-UPN- a costa de los partidos menores, confirmando una tendencia ya marcada en las últimas autonómicas de la CAV. Pero es en el bloque de Lizarra donde se producen los movimientos más interesantes, ya que en él se fortalece EH a costa de todos los demás. Parece evidente, por lo tanto, que el "proceso" político puesto en marcha por la tregua de ETA y el Pacto de Lizarra sólo satisface a los sectores afines a EH, dado que ganan votos los partidos que se oponen a dicho proceso y los pierden los partidos asociados a él. Es también evidente que quien más pierde en estas últimas consultas, sobre todo porque es quien más tiene que perder, es el PNV, cuyos resultados son casi catastróficos. Decía Arzalluz que ellos han estado dispuestos a perder votos con tal de traer la paz a este país. Proclama que queda bien como gesto compensatorio, pero resulta difícil de creer, tan difícil como su afirmación de que a ellos no les importan tanto los plazos cortos como los largos. Esa generosidad victimista no casa con los triunfalismos que rodearon a la firma del Pacto de Lizarra, como tampoco casa ese desprecio por los plazos cortos con su, legítima, querencia por el poder. Las dialécticas paterno-filiales suelen ser peligrosas, sobre todo porque los hijos acaban siempre matando al padre o por lo menos sucediéndolo, y es esa dialéctica la que el PNV ha utilizado siempre con el MLNV, esos chicos. Al PNV tal vez le falte replantearse sus relaciones con ese movimiento, que es ya su mayor contrincante. Mientras el proceso de paz vaya parejo al proceso soberanista, es decir, dure lo que éste, el PNV va a seguir siendo devorado por sus niños. Quizá le convenga empezar a mirar hacia otro lado para ir separando ambos procesos; a saber, dar otros pasos, que no son los de Lizarra, para que la paz sea definitiva ya. Tiempo habrá para que después cada cual quiera sacar adelante su proceso. Claro que, igual sus niños no le dejan.

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