España se cae del podio
Yugoslavia impuso el nervio para ganar el bronce sobre los restos de un rival agotado
El tradicional nervio yugoslavo, ése que da cuerda al corazón y a la cabeza cuando los músculos apenas responden, se impuso ayer a lo que quedaba de España. El equipo de Juan de Dios Román vuelve hoy del Mundial con el cuarto puesto, el mejor de la historia, tras haber estado más cerca del oro que nunca, apenas a unos segundos de distancia. Ayer tuvo el bronce en la mano pero le faltó fuerza física. A pesar de la colitis reinante -Urdiales vomitó por la mañana, después de que Román le anunciase que jugaría en lugar del convaleciente Ugalde-, el partido se presentaba de perlas para España. Los antecedentes obraban de parte española, algunos detalles circunstanciales, también. El médico yugoslavo curó la mano del bombardero Perunícic pero éste se sumó a la lista de conectados con el inodoro; el pivote Skrbic estaba lesionado. Y lo más importante, España había jugado mejor que los balcánicos hasta ayer.
ESPAÑA 24 YUGOSLAVIA 27
España: Núñez, Guijosa (8, cuatro de penalti), Olalla (1), Duishebáiev (2), Urdangarín (1), C. Ortega (4), Shepkin (4), Ugalde, Lozano (3), Entrerríos (1), Juancho Pérez y Barrufet (portero). Yugoslavia: Péric, Máksic (2, uno de p.), Lápcevic (2), Jovánovic (6), Níkolic (3), Kókir (3), Lísicic (7) equipo inicial-, Pétric, Milosávjevic (2), Mátic (2), Gólic y Djórdjic (portero). Árbitros: Oie y Hogsness (Noruega). Estadio de El Cairo. Alrededor de 15.000 espectadores. Francisco Álvarez Cascos, vicepresidente del Gobierno, acompañó a la infanta Cristina en el palco de honor.
La primera media hora confirmó esa sensación, aunque se veía que la energía escaseaba en ambos bandos, como apuntó Valero Rivera, entrenador del Barcelona, desde la grada: "Es penoso para el balonmano que los dos equipos aspirantes a la medalla de bronce lleguen tan cansados. Así no hay espectáculo, y la causa está en hacer un Mundial con 24 selecciones y nueve partidos en dos semanas".
Sin embargo, Yugoslavia parecía la más endeble. Aparte de algunos detalles del maestro Jovánovic, su única baza fuerte era el zurdo Lísicic: Olalla, un defensor de postín en condiciones normales, no podía con él; y el yugoslavo se las arreglaba además para meter el balón entre las piernas del portero Núñez.
No es que España lo bordase pero dominaba a trancas y barrancas. Guijosa, bien secundado en la segunda línea por Ortega y Shepkin, era el más vigoroso, pero no tanto como para contraatacar a la velocidad habitual, que le ha convertido en el jugador más eficaz del Mundial. Lo malo es que la tripleta central funcionaba sólo a veces: el director Duishebáiev mantenía el tono gris de todo el campeonato, y los lanzadores (Urdangarín, Lozano y Olalla) no estaban para muchas cosas.
Con todo, los dos goles de ventaja en el descanso invitaban a la esperanza, que aumentó con el 17-14, siete minutos después. Pero entonces empezó la transfiguración fatal para España, casi coincidente con un golpe que llevó a Guijosa al banquillo durante un buen rato. Las cabezas de los españoles ya no podían insuflar ánimo en los músculos. Por el contrario, los yugoslavos fueron capaces en ese momento clave de amalgamar la experiencia, la competitividad, la ira, la frustración, la rabia y el sufrimiento. "Queremos llevar a nuestras familias bombardeadas la medalla de un Mundial en el que casi no nos permiten jugar", había dicho Perunícic el lunes. Yugoslavia, formada principalmente por jugadores desperdigados en varias ligas extranjeras, tuvo que concentrarse en Grecia para huir de la guerra, no pudo participar en el torneo de Oviedo por la prohibición que había hecho extensiva la Comunidad Europea y aceptado las autoridades españolas, y había soportado los gritos de "¡OTAN, OTAN!" por parte de algunos espectadores durante el partido de octavos de final frente a Croacia en Ismailía.
Y así, con el marcador igualado, se llegó a esos cinco últimos minutos que los deportistas yugoslavos suelen dominar con significativa frecuencia en casi todas las especialidades. Se anunciaba una situación peligrosa para España.
Y así sucedió. Urdangarín, en su peor partido del Mundial, se la jugó y falló. El maestro Jovánovic aceptó la responsabilidad y acertó como lo hacen los genios cuando hay que hacerlo. Y España se cayó del podio tras dar a entender durante 15 días que podía estar en el cajón más alto.
Suecia, campeona
Suecia se proclamó campeona del mundo al imponer en la final a Rusia por 25-24. La selección sueca se pudo tomar así revancha del anterior campeonato, disputado hace dos años en Japón, en el que Rusia obtuvo el título.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.