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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Panorama más abierto

El principal mérito del PP es que ha evitado el voto de castigo que ha afectado a la mayoría de los partidos gobernantes europeos en las elecciones del domingo. El PP ha mantenido la primera posición tanto en las europeas como en las regionales y municipales. En conjunto, sin embargo, el partido de Aznar pierde poder, y el PSOE lo recupera, o se sitúa en disposición de hacerlo en alianza con Izquierda Unida o con otras formaciones, nacionalistas o regionalistas. En las municipales, PP y PSOE obtienen prácticamente el mismo número de votos, y se reduce de 13 a ocho puntos la distancia media entre ellos en las comunidades en que se han celebrado elecciones. El calendario, hasta ahora favorable al asentamiento del partido del Gobierno, se hace menos cómodo con elecciones en Cataluña antes de las generales del año próximo. En 1995, antesala de la victoria de Aznar del año siguiente, los cinco puntos de ventaja en las municipales y 13 en las autonómicas le sirvieron al PP para convertirse en la primera fuerza en 10 autonomías y en 44 de las 50 capitales de provincia. Ahora pierde una de esas comunidades, Asturias, y es primera fuerza en 38 capitales, seis menos. En conjunto pierde medio millón de votos respecto a las locales de hace cuatro años, y el PSOE gana 440.000. En porcentaje se produce un casi empate: 34,4% del PP frente al 34,2% de los socialistas. En resumen, aunque mantenga su primacía, la posición del PP es suavemente declinante a los tres años de su llegada a La Moncloa. Los socialistas tardaron más en iniciarlo, y ganaron ocho elecciones consecutivas de diferente orden antes de perder las primeras: las europeas de 1994.

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La siguiente prueba es la de las catalanas, en otoño. La estrategia del PP contaba con la posibilidad de convertirse en el apoyo necesario para que Molins alcanzase la alcaldía barcelonesa con el fin de tejer una red de apoyos mutuos en los tres niveles de la Administración: Barcelona, Generalitat, Gobierno central. Pero el retroceso de CiU hace inútil esa combinación en Barcelona, y la situación podría repetirse en las autonómicas. No es seguro, pero tal vez la dinámica de las municipales hinche las velas de Maragall, y la mera posibilidad de que ocurra puede afectar al pacto Pujol-Aznar, haciendo que el primero se distancie del segundo como de la peste. De manera que, sin haberse producido un gran cambio, la dinámica política aparece más abierta en diversos terrenos.

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Sucede también en Euskadi. La relación entre nacionalistas y no nacionalistas apenas varía respecto a la de hace cuatro años (56%-44%), pero la distribución del poder es ahora diferente y el panorama se presenta más abierto. PNV y EA pierden 28.000 votos (y 213 concejales: un 14% menos), mientras que PP y PSOE ganan casi 70.000; Euskal Herritarrok, por su parte, gana 68.000 votos respecto a las locales anteriores (y 5.000 en relación a las autonómicas de octubre). Entre dos nacionalismos radicales siempre tendrá las de ganar el más genuino, y ello debe preocupar a Arzalluz.

Un acuerdo de mutuo apoyo PP-PSOE podría garantizar a los partidos constitucionalistas las alcaldías de Vitoria y San Sebastián, y también la Diputación alavesa. Más problemático es extender ese pacto a los municipios de la margen izquierda del Nervión, donde el PSOE gana pero no tiene mayoría. En todo caso, Lizarra no lo es todo. El candidato nacionalista a la alcaldía de Bilbao ya ha expresado su preferencia por un acuerdo con los socialistas e Izquierda Unida con preferencia a uno del que formase parte EH.

Aunque cinco coaliciones nacionalistas obtienen representación en Estrasburgo, incluido el Bloque Nacionalista Galego, cuyo ascenso podría alterar por primera vez la tranquilidad electoral de la que ha gozado hasta ahora Manuel Fraga, sigue la tendencia a la polarización del voto entre los dos grandes partidos: PP y PSOE han recogido ahora las tres cuartas partes del total del sufragio en las europeas y casi el 70% en las municipales, cuando en 1987 apenas superaban el 57%.

Otro dato singular es que la suma del PSOE e IU retrocede: del 45% al 41% en las europeas y del 52% al 41% en las municipales. Pero en ambos casos supera al PP, e incluso a la suma del partido de Aznar y los nacionalistas vascos y catalanes. Ello indica hasta qué punto resultó favorable a los intereses de Aznar la política sectaria de Anguita consistente en considerar que el PP y el PSOE eran más o menos lo mismo. Ayer, la dirección de IU discutía los efectos de esa política en el desastre del domingo (perdió 1,3 millones de votos en las municipales). También es posible que en el ánimo de sus electores haya pesado su insensata participación en el frente de Lizarra.

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