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EL CAMINO HACIA LA PAZ El balance militar

Una victoria en el aire

Los analistas insisten en que, pese al éxito de los bombardoes, la fuerza aérea no basta para ganar las guerras

¿Ha sido Kosovo la primera guerra ganada sólo por la fuerza aérea? ¿Será el modelo a seguir en los conflictos del futuro? ¿Se puede basar la estrategia en el rechazo a tener bajas? La destrucción de objetivos militares y de la infraestructura industrial serbia causada por la aviación aliada - 1.127 aviones desplegados, 785 de ellos norteamericanos-, así como su efecto desmoralizador sobre la población ha sido incontestable y el tanteo en bajas no deja lugar a dudas: miles de soldados y 2.000 civiles serbios muertos frente a dos pilotos aliados víctimas de un accidente.

La guerra ha evidenciado además el papel que la nueva doctrina militar de EE UU adjudica a la fuerza aérea en los conflictos del siglo XXI, crisis en las que no estará en juego, como en los tiempos de la guerra fría, "la supervivencia nacional" sino "intereses vitales", en las que el "adversario no será conocido sino impredecible", en las que "las operaciones humanitarias serán la norma y no la excepción" y en las que las tecnologías de la información "no serán un apoyo sino un arma". Un escenario, teorizado en el documento Global Engagement, en el que la supremacía aérea es un elemento capital,tanto en la proyección de fuerza como en "la destrucción de la capacidad del enemigo para hacer la guerra".

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"Los serbios tendrán que librarse de Milosevic"

Y Kosovo ha sido también una exhibición de la tecnología militar de Occidente. El analista de defensa e historiador británico John Keegan, autor de Historia de la Guerra (Planeta), ha admitido públicamente en The Daily Telegraph que estaba equivocado al insistir en que la intervención terrestre era esencial para ganar la guerra. Keegan se acusa de "haber subestimado la eficacia de las nuevas armas de precisión" y de haberse dejado confundir con la experiencia de la II Guerra Mundial y de Corea y Vietnam, "que fueron libradas con bombas no guiadas, que en su mayoría erraban el objetivo".

John Chipman, director del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), no está de acuerdo. En su opinión, la fuerza terrestre sí jugó un papel en la rendición de Milosevic. "En las últimas dos semanas, la guerrilla del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) estaba teniendo éxito sobre el terreno y forzando a los serbios a salir de sus escondites en Kosovo, haciéndolos vulnerables a los ataques aéreos. En cierta manera, se puede decir que la aviación aliada contaba con 4.000 hombres sobre el terreno. Además, y lo que es más importante, la semana anterior al acuerdo entre Chermomirdin, Ahtissari y Milosevic EE UU empezó a hablar en voz alta de la posibilidad de una invasión terrestre, planificándola sobre la mesa, algo que debió rondar en la cabeza de Milosevic".

Amenaza y consenso

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Chipman afirma que sin las tropas de la Kfor no se pueden alcanzar los objetivos de la OTAN: "Ganar significa que vuelvan los refugiados y eso no lo puede hacer un B-52". El director del IISS recuerda que la estrategia de bombardeos se fijó como una amenaza disasuoria y que constituía el consenso mínimo entre los aliados. Chipman no cree que la guerra de Kosovo suponga un modelo. "Asistimos a guerras de modelo único y la próxima será completamente diferente". El almirante José Antonio Balbás, director del Centro de Estudios de la Defensa Nacional (Ceseden), coincide con este punto de vista y señala que "no se ha llegado a la invasión terrestre, pero se ha empleado la mayor fuerza aérea del mundo. Ha funcionado en este caso,pero no se pueden sacar leyes universales". Y resume: "Hace falta la intervención del Ejército de Tierra para hacer permanentes los resultados provisionales logrados por la Armada y la Fuerza Aérea".

Mariano Aguirre, director del Centro de Investigación para la Paz (CIP), destaca que la tecnología de la fuerza aérea permite poner en práctica una estrategia "impecable". "Se desgasta militar y psicológicamente al enemigo y no se tienen casi bajas propias, lo que permite vender mejor a la propia opinión pública las operaciones militares, una exigencia del llamado síndrome de Vietnam norteamericano extendido a la OTAN". Pero Aguirre advierte que EE UU y la OTAN podrían encontrarse en el futuro en otras situaciones en las que habría que recurrir a la opción terrestre y en las que la división aliada o la falta de liderazgo político condujese a un sólo resultado: "La inhibición".

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