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Japón, la mejor sorpresa

Joaquín Estefanía

Contra todo pronóstico, la economía de Japón ha crecido en el primer trimestre de 1999 un 1,9%, según datos de la Agencia de Planificación Económica. Es decir, la segunda economía del mundo ha salido de forma oficial de la recesión que la había asolado durante cinco trimestres consecutivos. Esta novedad, que ha constituido una sorpresa por su magnitud, es la mejor posible para la coyuntura mundial ya que, con todos los matices que se le quieran poner, es más importante para esta coyuntura lo que pueda suceder en Japón que en Rusia, Argentina o cualquier otro país asiático. Las cifras que se acaban de conocer subrayan un espectacular salto: el que va de una reducción del producto interior bruto (PIB) del 0,8% en el último trimestre de 1998, a un crecimiento del mismo del 1,9% en el periodo que va desde enero a marzo de este ejercicio. Lo importante es el cambio de tendencia, mucho más que el hecho de que en el año fiscal 1998-1999, que terminó el pasado 31 de marzo, la economía nipona haya tenido un crecimiento negativo del 2%. La reacción se ha producido por un incremento espectacular de la inversión pública (10,3%) y un pequeño aumento del consumo privado del 1,2%. Los augurios sobre la economía japonesa no eran precisamente buenos. La OCDE había pronosticado una caída del 0,8% para este ejercicio natural. Los analistas japoneses habían avanzado un crecimiento del 1% para el primer trimestre, casi la mitad de lo que en realidad ha ocurrido. El pasado lunes, el informe anual del Banco de Pagos Internacionales (BIS), con sede en Basilea, había adelantado unas expectativas poco halagüeñas respecto a Japón. El informe rezumaba pesimismo, aunque por el momento no parecía confirmar la posibilidad de una deflación (proceso por el cual la caída de los precios provoca descensos de la producción y, por ende, incrementos del paro). El BIS expresaba su temor a que las reestructuraciones empresariales continuaran reduciendo el empleo (el paro está en el 4,8%, el mayor porcentaje desde principios de los años cincuenta, cuando se creó la estadística), lo que incidiría de modo negativo en la confianza de las familias y reduciría aún más el consumo.

El hecho de que no hubiese evidencias de una deflación, no elimina las amenazas de la misma. A nivel general, el banco central de bancos centrales -así se considera al BIS, al que pertenecen 45 entidades emisoras- explicaba que los precios de los productos tienen más posibilidades de descender que de aumentar, y decía que mientras que la mayoría de los analistas esperan un continuado y más intenso crecimiento, hay muchas incertidumbres específicas que implican que los actuales pronósticos deben tener un amplio margen de error. "Una reaparición generalizada de la inflación parece menos probable que una mayor desinflación, o incluso inflación".

No es ésa la opinión dominante en Estados Unidos, lo que demuestra una vez más la asincronía de los ciclos económicos. En EEUU todo el mundo espera la reunión de la Reserva Federal de final de mes, donde se cree que Alan Greenspan subirá los tipos de interés para prevenir tensiones inflacionistas. Los expertos opinan que se ha empezado a preparar a los mercados para ello, lo que explicaría las bajadas de Wall Street -y en su estela, las demás bolsas europeas- varios días de la pasada semana. Una subida de tipos podría tener consecuencias nefastas en otros países, como, por ejemplo, en Argentina, donde el debate de la dolarización de la economía no contribuye a despejar los rumores sobre una devaluación del peso.

El informe del BIS afirma que el principal peligro para la economía mundial sería el recalentamiento de la economía norteamericana, y que los temores sobre una recesión posterior tengan una incidencia negativa en la producción, el consumo y los mercados de valores. Por ello sería tan bueno que Japón saliese de los números rojos. Pese a las cifras del primer trimestre, la actividad económica sigue siendo débil y el consumo privado no acaba de arrancar. Pero la sorpresa japonesa ha sido muy buena.

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