Juan María Uriarte
Sus huellas se perdieron en el País Vasco hace nueve años, cuando fue nombrado obispo de Zamora, y reaparecen ahora en los caminos de la pacificación, al parecer como mediador en los contactos entre el Gobierno español y ETA. Juan María Uriarte (Frúniz, 1933) nunca fue obispo de Bilbao, sino auxiliar de Añoveros y Larrea. Una especie de director adjunto que por su prestigio popular adquirió un carácter de bicefalia social, en plena sintonía con ambos obispos titulares. Uriarte es cura desde hace 40 años, un sacerdote que estudió teología en Comillas, psicopedagogía en Madrid, psicología en Lovaina y psicología clínica en París. Un cura que se vio encomendado desde el principio a las tareas de dirección eclesiástica: director espiritual del Seminario de Bilbao, del que después fue rector, profesor en la Universidad de Deusto y la de Salamanca, obispo auxiliar de Bilbao, obispo de Zamora, presidente de la comisión episcopal del Clero. Circulan diferentes versiones sobre su traslado a Zamora, cuando se pronosticaba un ascenso natural en Bilbao. Juan María Uriarte había sido obispo auxiliar y tras la dimisión de Antonio Añoveros en 1978 fue administrador apostólico de la diócesis de Bilbao, hasta que se produjo el nombramiento de Luis María Larrea. Hay quien entiende que su nombramiento para Zamora fue un cierto exilio de Bilbao, ante el carácter nacionalista impreso en dicha sede y el temor a un eje Setién-Uriarte en San Sebastián y Bilbao. Otros consideran que su nuevo destino constituía un factor de protección. Porque el consenso básico estribaba en que Juan María Uriarte estaba llamado a dirigir una diócesis después de 15 años como un obispo auxiliar que superaba con creces la actividad habitual de tal cargo. Ya en Zamora, a dónde llegó en noviembre de 1991, Juan María Uriarte se tomó una semana para sintonizar con su entorno: primero visitó una residencia de ancianos, luego a los sacerdotes más jóvenes y más tarde a la organización Proyecto Hombre, que se ocupa de la rehabilitación de jóvenes drogadictos. Después compareció ante los informadores locales en su primera conferencia de prensa. Sus amigos y colaboradores le definen como un buen comunicador y un gran formador. Para lo primero se argumenta su carácter personal; para lo segundo, su voluntad y su preparación intelectual. Su impronta profesoral (en el estricto sentido de la palabra) le ha granjeado un estatus entre los sacerdotes españoles, de la misma forma que el carácter comunicativo le aportó impronta popular en la sociedad vasca. Juan María Uriarte comparte las característricas de un vasco clásico: habla euskera, gusta del monte como lugar de esparcimiento y profesa una segunda fe en el Athletic, que enjuga el gusto general por el deporte y por el fútbol en particular. Ya en sus épocas juveniles actuaba como portero de su equipo colegial (estudió el Bachillerato en los Escolapios y después ingresó en el Seminario de Vitoria). Dos semanas en Zamora le bastaron también para afianzar dicha faceta: entre sus visitas se incluyó un partido que el Zamora disputaba en su terreno de juego, tras una mala racha de resultados: "El obispo dio suerte al Zamora", tituló la prensa. Diócesis, música, arte La reaparición pública, extradiocesana pudiera decirse, de Juan María Uriarte, se ha producido con motivo de las conversaciones entre el Gobierno y ETA para el definitivo cese de la violencia. La pacificación ha sido otro de los ejes de actuación cuando Uriarte era obispo auxiliar de Bilbao. Encabezó manifestaciones, visitó a víctimas del terrorismo y fue traduciendo ese espíritu de participación que la Iglesia vasca (o cuando menos sectores determinados) ha mantenido incólume durante muchos años. La Iglesia mantiene un peso específico en la vida del País Vasco. Para muchos, Uriarte era un obispo nacionalista; para otros, el nombramiento del actual obispo Ricardo Blázquez se entendió como todo lo contrario. Recientemente, se publicaba una manifiesto de intelectuales religiosos en el que se critica la preponderancia del nacionalismo en la iglesia vasca. La historia continúa, mientras Juan María Uriarte combina su actividad en la diócesis de Zamora con sus inquietudes de siempre, rebuscando momentos para el retiro espiritual o para el disfrute del canto gregoriano y el arte, el contrapunto necesario para su activismo vital.
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