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Reportaje:

Sant Martí cambia de cara

Poblenou está listo para pasar página a un tiempo de decaimiento industrial y urbanístico, consciente de que lo mejor está por llegar. Nadie echa de menos las chimeneas humeantes del pasado, pero los ciudadanos tampoco desean enterrar su tradición industrial, que constituye una de sus señas de identidad. Los últimos cuatro años han supuesto avances importantes para este pedazo de Sant Martí, que se ha beneficiado más que ningún otro barrio barcelonés del maná de inversiones públicas y privadas. Tal vez la llegada de la avenida Diagonal al mar ha sido la actuación urbanística más espectacular, aunque muchos prefieren otras más modestas, como la prolongación de calles, que ha inundado de luz lugares que no conocían el sol. La inversión económica global en el distrito de San Martí y en sus 16 barrios supera los 20.000 millones de pesetas. El paisaje urbano ha mejorado y tal vez por eso entre sus 205.359 habitantes hay más ilusión que recelo, aunque la irrupción de potentes inmobiliarias a muchos les inquieta. Escamado por la experiencia olímpica, de la que heredaron un parque de viviendas colosal pero a unos precios prohibitivos, el movimiento vecinal impulsó la campaña Queremos seguir viviendo en Poblenou, que permitió defender sus puntos de vista sobre el futuro urbanístico. El diálogo ha dado, entre otros frutos, el compromiso municipal de respetar una zona industrial que acoja negocios no contaminantes, separada de la zona residencial. Son muchos los motivos que inducen a pensar que se avecinan cambios sustanciales para el barrio. Sobre su territorio planean cuatro proyectos que, unidos a la operación Diagonal-Mar, afectarán a una porción de terreno equivalente a un centenar de manzanas del Eixample. En él brotarán 9.000 viviendas, de las cuales 2.210 serán protegidas y las restantes se venderán a precio de mercado. De todas las operaciones previstas, la de Diagonal-Mar es con diferencia la peor vista por la asociación de vecinos de Poblenou, por considerarla "la apuesta más especulativa". Y los comerciantes del distrito temen el impacto que supondrá para sus negocios la irrupción de un nuevo gran centro comercial. El cuatrienio ha dado mucho de sí en otros barrios de Sant Martí, como el Clot, donde ha dejado un reguero de plazas nuevas, calles, un centro cultural largamente reivindicado y una piscina en el pasaje de Vintró. El presidente de la Asociación de Vecinos del Clot, Joan Alsina, reconoce el esfuerzo municipal para cubrir tantas carencias urbanísticas. Pero el envejecimiento de la población les ha cogido con el paso cambiado: sin residencias, sin centros de día y con insuficientes servicios a domicilio para atender a los ancianos. Además, en un barrio de 59.000 personas sólo hay una guardería municipal. En la Via Trajana, el núcleo más degradado de la Verneda, continúa, aunque con mucha lentitud, la sustitución de las fincas aluminosas de color chocolate por otros edificios. Unos metros más allá, los aires soplan más levantiscos entre los habitantes de la Gran Via, que piden que se soterre la autopista A-19 entre las calles de Bilbao y Extremadura. Los grandes acontecimientos, como el Fòrum 2004, suscitan entre los ciudadanos más incógnitas que certezas. Ahora que desde Barcelona se mira tanto hacia el río Besòs, en los barrios limítrofes -Besòs, Poblenou- se preguntan qué pasará con La Mina. Muchos no entienden que se hable de construir un puerto deportivo cerca y un parque sostenible con lago navegable incluido sin saber exactamente de qué forma se beneficiará la población del núcleo más duro de la realidad metropolitana.

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