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GUERRA EN YUGOSLAVIA Acuerdo de Paz

Rusia recibe a Chernomirdin con una lluvia de críticas por plegarse a la OTAN

Si Víktor Chernomirdin contaba con su mediación en Kosovo como trampolín para llegar al Kremlin, ya puede ir poniéndose otra meta menos ambiciosa. Ayer, al día siguiente de regresar de Belgrado con el acuerdo de paz en el bolsillo, el enviado de Borís Yeltsin se vio sometido a un bombardeo de acusaciones. La más reiterada fue la de claudicar ante EE UU y sus aliados de la OTAN. El líder del Kremlin elogió la labor del que fue su primer ministro, pero ni siquiera le recibió. Se limitó a escucharle por teléfono.

Los palos le llovieron a Chernomirdin de todas partes, incluso del general Leonid Ivashov, que le acompañó a Belgrado y que recogió el sentir del alto mando militar ruso. El plan, afirmó, supone una amenaza a la soberanía de Yugoslavia y hace depender a Rusia "de la buena o mala voluntad de la OTAN". El repliegue urgente de las fuerzas yugoslavas en la provincia de Kosovo , añadió, amenaza con provocar un "vacío de poder" que podría ser llenado por la guerrilla independentista del Ejército de Liberación de Kosovo y amenazar a la minoría serbia de la provincia. A la pregunta de si el acuerdo traiciona los intereses de Belgrado y de Moscú, el general contestó: "Que cada cual decida sobre eso en su corazón".El ministro de Defensa, Ígor Serguéyev, señaló tras reunirse con Yeltsin que aún no se ha decidido si Rusia participará o no en la fuerza internacional de paz (Kfor) que se desplegará en Kosovo. Todo parece depender de si se alcanza el objetivo de que ningún soldado ruso esté bajo mando aliado. En este propósito se reafirmó ayer expresamente en la Duma el viceministro de Exteriores, Alexandr Avdéyev.

Yeltsin habló ayer por teléfono con el canciller federal alemán, Gerhard Schröder, y le expresó su irritación por la continuación de los ataques aéreos tras la aceptación del acuerdo por Milosevic. Chernomirdin suspendió su previsto viaje a Helsinki para seguir dialogando con el presidente finlandés, Martti Ahtisaari, que es el enviado especial de la Unión Europea, y con el subsecretario de Estado norteamericano, Strobe Talbott.

La Duma debatió ayer el acuerdo a puerta cerrada, pero las declaraciones previas ya adelantaban el tono de la discusión. "Un nuevo pacto de Múnich", decía el líder agrario, Nikolái Jaritonov, recordando la complacencia europea con Hitler antes de la IIGuerra Mundial. "Chernomirdin ni siquiera negoció en nombre de la OTAN, sino de Estados Unidos", afirmaba el nacionalista de izquierdas Alexéi Podberizokin. "Ha traicionado nuestros intereses en los Balcanes", remataba el jefe del partido comunista, Guennadi Ziugánov.

El propio primer ministro, Serguéi Stepashin, aseguraba el jueves, en la presentación de su Gobierno, que es ridículo que Rusia aspire a ser un superpoder mundial mientras se la trata como a una "potencia de tercer orden". Lo que amplifica la sensación de fracaso es que, hace unos días, circuló un plan ruso que preveía que las tropas de los países de la OTAN que participan en los bombardeo sólo se desplegarían en Albania y Macedonia. Dentro de Kosovo, la fuerza internacional tendría dos componentes: uno vigilaría las fronteras y podría incluir soldados de la Alianza, pero de países "no beligerantes"; el otro, el auténticamente pacificador, que se desplegará en el interior de la provincia sería mayoritariamente ruso y de países neutrales.

El texto final del acuerdo aprobado por el Parlamento yugoslavo, que habla explícitamente de "participación esencial de la OTAN" y de "mando y control unificados" ilustra la distancia entre los objetivos y los logros de Chernomirdin. La OTAN apenas si alteró su pliego de exigencias a Milosevic, pero, al viajar a Belgrado acompañado de Ahtisaari, el enviado de Yeltsin logró no aparecer como el cartero de la OTAN.

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Chernomirdin habría salvado más la cara si no hubiese publicado un artículo en The Washington Post en el que advertía del riesgo de deterioro irreparable de las relaciones Rusia-EEUU e incluso de guerra nuclear y amenazaba con que su país abandonaría la mediación si los aliados no cambiaban de actitud.

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