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Desempañad el espejo ecológico de Europa EDUARDO ZAPLANA

La franja mediterránea, tanto por la sensibilidad que despierta su condición de zona turística como por estar especialmente expuesta al riesgo de la desertificación, es el espejo donde convergen las miradas de todos los europeos preocupados por el medio ambiente. Es decir, por la calidad de vida o incluso por la futura supervivencia de las nuevas generaciones. En ese contexto, la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente invita a reflexionar en profundidad sobre el tema desde la Comunidad Valenciana y desde España. Se trata de algo que nos concierne a todos los pueblos del planeta, pero, sobre todo, a aquellos que se enfrentan a problemas específicos y tienen grandes posibilidades de mejorar, como los que integran el Arco Mediterráneo Europeo. En ese sentido, el desarrollo de la industria, el comercio y el sector servicios, por los que todos los países de la Unión apostamos, no puede entenderse sin una actitud decidida tanto de las instituciones como de las empresas y los ciudadanos, que reduzca al mínimo el impacto medioambiental. Lo contrario equivaldría a hornear alegremente, entre cacareos crepusculares, la gallina de los huevos de oro. La naturaleza constituye el patrimonio raíz de la humanidad, aquel que hace posible todos lo demás. De cómo se administren los bienes que proporciona, comenzando por el medio ambiente, depende que pueda haber un auténtico progreso. O, lo que es lo mismo, un crecimiento solidario, en el que los beneficios de unos pocos no puedan destruir el bienestar general. Durante los últimos años, la Comunidad Valenciana está a la cabeza de las iniciativas para que se concrete y consolide ese gran proyecto que citaba antes, el Arco Mediterráneo Europeo. La Generalitat, además de fomentar la creación o mejora de grandes infraestructuras de comunicación conjuntas, con otras comunidades y países -Baleares, Cataluña y Murcia; Francia e Italia-, es pionera a la hora de adaptar las directrices de la política medioambiental establecidas en la Unión Europea. Una política que facilita el desarrollo de nuevos modelos de gestión productiva y la asunción de comportamientos sociales compatibles con un desarrollo sostenible. Cabe destacar aquí el papel que están desempeñando el Centro de Estudios Medioambientales del Mediterráneo y los técnicos de la Universidad de Valencia, en cuestiones vitales para la franja occidental del Mare Nostrum, como el estudio a fondo de la contaminación atmosférica y la contaminación del suelo. Pero, al mismo tiempo, con el objetivo de atajar los riesgos de la desertificación, se está impulsando una política coherente del agua y de la conservación de los bosques, ambos fundamentales para el futuro. En el caso del agua, los retos que tenemos planteados son dobles. Por una parte está la conservación de los humedales, en el caso de la Comunidad Valenciana encabezados por la Albufera, que, además de su valor sustancial para la flora local y para la fauna europea, junto con otras zonas lacustres valencianas, regula los caudales. En ese aspecto, el hecho de que recientemente, en Costa Rica, se decidiera que la próxima Conferencia Internacional de la Convención sobre los humedales se celebre en España y, muy probablemente, en Valencia, es indicativo del valor que universalmente se le reconoce a nuestros lagos. Su conservación exige que se establezcan una regulación o unos límites definitivos, de manera razonable, a los usos agrarios y a las urbanizaciones que han ido ganándoles terreno durante largas décadas. Por otra parte, resultan patentes el mal uso que se ha venido haciendo de los recursos acuíferos y la necesidad de una educación ciudadana para el consumo. Educación que, al margen del endurecimiento de las sanciones, deberá extenderse a todos los sectores productivos. Ese cambio de orientación educativa, junto con la política hidráulica que estamos desarrollando, y que incluye trasvases como el ya iniciado del Júcar-Vinalopó, o el que reivindicamos del Ebro, sin duda contribuirá a frenar el avance de la desertificación. En este objetivo convergen la prevención y las mejoras que han favorecido ya en los últimos años la reducción de los incendios forestales. Incendios que, lógicamente, allanaban el camino a la saharización, y cuyo freno se ha visto y se verá todavía más compensado con las iniciativas de reforestación. Además de mejorar las condiciones naturales de la Comunidad Valenciana y de España, con todo ese conjunto de medidas se contribuirá, sin duda, a afianzar la atracción que nuestra imagen ejerce en Europa. Esa imagen de calidad que, junto con el prestigio alcanzado por la cultura y el arte aquí desarrollados, hace, como indicaba al principio de este artículo, que Europa se mire en el espejo valenciano. Por eso todos debemos contribuir a desempañarlo.

Eduardo Zaplana es presidente de la Generalitat Valenciana.

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