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Reportaje:

El mínimo gran feudo de HB

Orexa está llena de singularidades, aunque sólo sea noticia por ser la localidad con menos habitantes de toda Euskadi y porque en ella sólo han gobernado unas siglas. Desde las primeras elecciones de la democracia, Herri Batasuna ha contado con el apoyo abrumador de esta localidad en la que actualmente viven 80 personas. En las últimas elecciones al Parlamento vasco, 60 vecinos de Orexa votaron a Euskal Herritarrok de los 67 que acudieron a las urnas. Por encima de las batallas políticas, tan alejadas de la realidad de esta localidad rural, las elecciones no tienen más protagonismo que el de saber quién será el sucesor del alcalde. Porque aquí la política se vive de otro modo. No hay ni listas ni candidaturas que litigien. Meses antes de la cita con las urnas, los vecinos se reúnen para decidir quiénes formarán la única candidatura. Se abre así un proceso en el que se designa al equipo que gestionará la alcaldía. Este año se presentan seis personas y entre ellos han decidido que Nekane Malkorra, de 30 años, encabece la candidatura sustituyendo a Joseba Elola. Nadie repite en el cargo. En Orexa no hacen falta ni instancias ni convocar plenos para solucionar los problemas. Todo el mundo sabe cuáles son porque los comentan por la calle. Y además todos participan. Porque la solidaridad, el concepto vecinal, la ausencia de rivalidades y el bien por el pueblo priman por encima de todo. Tanto que si hay que construir unas zanjas para aprovechar el agua remanente o pintar unas barandillas se convoca a los habitantes. Es lo que entre ellos llaman Auzolan, una especie de reparto de tareas que generalmente tienen lugar los fines de semana. Sin más obligación que el propio sentido de la responsabilidad y el deber con su pueblo. "Todo queda en casa", comentaba uno de los cinco parados de Orexa. Si el Ayuntamiento tiene algo no duda en llamar a los desocupados. Orexa es singular. Principalmente porque recuerda que todavía existen rincones en Euskadi donde el paso del tiempo no consigue alterar un espacio tan privilegiado. No es que Orexa viva ajena a los tiempos que corren, ni mucho menos. En estos últimos 20 años, ha sufrido los rigores de la política agraria y ganadera de la Unión Europea, facetas a las que se dedicaba todo el pueblo. Hoy sólo lo hacen tres caseríos y la cooperativa Oihantxiki, montada por un par de jóvenes de Orexa. El resto trabaja fuera. El arraigo a este espacio casi idílico, lleno de tranquilidad, sin tiendas ni comercios, al que hace 25 años llegó la electricidad, cuatro el servicio de recogida de basuras, dos que un autobús recorre cinco veces al día el trayecto entre Tolosa y Orexa, hace que todos los jóvenes deseen seguir viviendo allí. El Gobierno vasco ya se ha comprometido a promocionar ocho viviendas de protección oficial.

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