El primer ciudadano
Johannes Rau, recién elegido presidente de Alemania, no ha lanzado ningún sermón. No ha citado ningún salmo ni ha mencionado un solo refrán rancio. Su discurso no fue ninguna epístola ampulosa, (. . .) sino algo completamente inesperado: no fue verboso, sino preciso; no fue neutral, sino de una mansa inflexibilidad. (...) Rau citó la Ley Fundamental de tal modo que todos pudieran notar que esa ley, después de 50 años, no es ceniza, sino fuego. Y una de las tareas del presidente federal, según el mensaje de Rau, es la de mantener viva esa llama. Es evidente que es eso justamente lo que pretende Rau: no sólo ser el presidente de todos los alemanes, sino también el "interlocutor de todas las personas que viven y trabajan en la República Federal sin un pasaporte alemán". (. . .) El octavo presidente alemán no será el gran arrullador por el que tantos le tomaban. Rau no ha esperado meses para mostrarse sin complejos como político; ha aprovechado la primera oportunidad para establecer sus prioridades con unas pocas frases, muy claras y muy agudas: en primer lugar, la integración; en segundo lugar, la equidad social; en tercer lugar, la paz. (. . .) Rau no va a ser el eterno titubeante que fue como político, porque ahora sus hechos van a ser sus palabras. De forma indirecta ejercerá mucha influencia sobre la política. Representará al Estado sin precipitación, con firmeza y con gran integridad. (...) Rau dará nuevo contenido a la palabra "ciudadano presidente", acuñada para su antecesor y modelo Gustav Heinemann. (...)
25 de mayo
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