El transporte y bastante más
No, no voy a caer en el topicazo fácil de ser uno más en la larga lista de los que cada día denunciamos a este alcalde el vejatorio y humillante servicio que sufrimos los usuarios de la caótica línea 5 del metro.Es cierto que estamos hartos de denunciarle, que pagamos nuestros impuestos como los usuarios de las líneas 6, 9, 10, etcétera, y, aunque él nos desprecia con el silencio, el 13 de junio le dejaremos en las urnas nuestra respuesta a tanto desprecio.
Insisto, ese tema, hoy, no lo quiero tocar. Hay otra línea en superficie que me llama la atención, aunque por otras razones. Me refiero a la línea 146 de autobús de la Empresa Municipal de Tranportes.
El cotidiano proceder de estos conductores no deja de ser peculiar y bastante extraño.
La amabilidad no es su fuerte, desde luego; dudo que sepan sonreír, no son conversadores, ni siquiera contestan a los buenos días a pesar de ser los mismos usuarios todos los días.
Y digo que sus actitudes sorprenden porque, cuando se toma este autobús en la plaza de Callao (cabecera de línea), nunca hay problemas, ya que, al llegar, para en la misma parada de la que más tarde sale.
Sin embargo, cuando lo hace desde el final de trayecto (glorieta de Ricardo Velázquez Bosco) ya todo es distinto.
Suelen parar a un metro escaso de la parada de salida (!), y cuando intentamos el acceso nos señalan, con no poco regocijo, que la parada está unas baldosas más allá.
Es evidente que les divierte nuestra perplejidad y dejarnos en la parada haga frío o calor (no hay marquesina) hasta la hora de salida.
Cuando se nos autoriza a subir, hay que hacerlo de inmediato, ya que suelen arrancar con la gente en la escalerilla, ¡son así de majos!
Otra de sus prácticas favoritas es la de arrancar cuando ya estás a dos pasos de la puerta, cuando llegas corriendo o con muletas o bastón.
Generalmente, suelen ser casi todos los conductores y, desde luego, todos los días es igual, aunque supongo que alguno se salvará.
Los usuarios siempre nos preguntamos: ¿qué les ocurre?, ¿serán expedientados del Consorcio?, ¿cómo se puede trabajar con esa acritud cada día?, ¿serán así en sus casas?
Lo que sí es cierto es que los usuarios también subimos con nuestros problemas al autobús y no lo pagamos con ellos.
No sé si la respuesta estará en los incentivos, si es que los hay, pero estas actitudes chocan notablemente con las de los conductores de las líneas de autobuses 114 y SE (que une Cruz de los Caídos-Arroyo del Santo), los cuales, con total naturalidad, nos hacen el viaje muy fácil y grato.
¡Ah!, y con una sonrisa permanente.- . .
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