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¿Qué será de nosotros sin bárbaros?

IMANOL ZUBERO "¿Qué esperamos congregados en el foro? Es a los bárbaros que hoy llegan". Siempre me ha parecido que el conocido poema del alejandrino Constantinos Cavafis titulado Esperando a los bárbaros era una excelente metáfora de la sociedad vasca. El poema describe una sociedad políticamente agotada esperando, con una mezcla de temor y de esperanza, a que la llegada de los bárbaros sirva al menos para hacerla salir de su parálisis. Pero los bárbaros, finalmente, no llegan. En el País Vasco hemos vivido demasiados años esperando a los bárbaros. La política -la gran política, la política que diseña proyectos de futuro y construye acuerdos- ha estado sometida a la violencia. Todo se hacía depender de los bárbaros: "mientras haya violencia", "cuando no haya violencia", "para acabar con la violencia"... Ya es hora de poner fin a la espera. Los principios políticos expuestos en el acuerdo de apoyo parlamentario de EH al Gobierno vasco son lo más lejos que va a llegar la izquierda abertzale en su revisión de la estrategia violenta. A mí también me gustaría que fueran más lejos y no me resigno a dejar de intentarlo (me repugnan sobremanera todos esos que dan por bueno en el MLNV lo que no aceptarían en Pinochet y dicen que lo único importante es que no vuelvan a matar); pero no van a hacerlo, al menos no colectivamente. ¿Qué dice EH al firmar esos principios políticos del acuerdo de bases? Tres cosas muy importantes: que apuesta inequívocamente por vías exclusivamente políticas y democráticas, que procurará la desaparición plena de toda acción violenta y que mantendrá su compromiso con los procedimientos democráticos incluso cuando el desarrollo del proceso político abierto no sea todo lo satisfactorio que hubieran esperado. Dicho esto, por supuesto que el acuerdo tiene elementos cuestionables, más que nada por la ambigüedad y el voluntarismo que contiene. Ejemplo de lo primero: apenas si se recoge en el texto indicación alguna sobre la forma en que se proponen desarrollar las diversas iniciativas (hay mucho qué hacer, pero ningún cómo hacerlo). Ejemplo de lo segundo: tiene tela la referencia al compromiso del Gobierno con las 35 horas o a la Carta de Derechos Sociales, cuestiones ambas ante las que el PNV se ha manifestado contrario en sede parlamentaria. Pero convendrán conmigo en que las críticas expuestas por los partidos que forman la oposición al Gobierno de Ibarretxe (excepción hecha de IU) no están teniendo en cuenta el texto del acuerdo; todos se han ceñido las multicolores túnicas del nigromante y recurriendo a su bola de cristal nos auguran un futuro poco halagüeño, precisamente por el cambio de estrategia de EH. En el fondo y en la forma, no hay nada que diferencie su discurso actual del que mantenían antes de conocer el contenido del acuerdo. Pero ya puestos a jugar a futurólogos, ¿qué pasa si esta es la forma en la que el MLNV se despide de treinta años de violencia? ¿qué ocurrirá si en el futuro próximo nos quedamos sin bárbaros? "Algunos han venido de las fronteras y contado que los bárbaros no existen" -escribía Cavafis-. "¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros? Esta gente, al fin y al cabo, era una solución". Sí, ya sé que -por seguir con la idea- alguien puede recurrir a MacIntyre y decir que, en nuestra época, los bárbaros no esperan al otro lado de las fronteras, sino que llevan gobernándonos hace algún tiempo y que nuestra falta de conciencia de ello constituye parte de nuestra difícil situación. Podría ser, pero es en las instituciones de gobierno donde menos temo a nuestros bárbaros; mucho menos, desde luego, que fuera de ellas. La sociedad vasca ha demostrado -nunca me cansaré de repetirlo- que no hay bárbaro que pueda con ella, ni en el Gobierno ni fuera de él. ¿Será que quienes tanto temor expresan ante la nueva situación en realidad desconfían de la madurez de esta sociedad, y que por ello prefieren seguir aventando la ominosa presencia de los bárbaros avanzando hacia las puertas de la ciudad?

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