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Melilla se enfrenta a su aislamiento

Las escasas comunicaciones con la Península centran las preocupaciones ciudadanas

,"Melilla necesita afirmar su cordón umbilical con la Península". La frase resuena en la ciudad autónoma como un estribillo veraniego. La repiten políticos, comerciantes, hosteleros, estudiantes y enfermos. La falta de transporte se percibe como el principal obstáculo para el desarrollo de una población española que vive en el norte de África a una noche de barco o media hora de avión de Málaga, la capital peninsular más cercana.Los últimos cuatro años no se les olvidarán fácilmente a los melillenses. Les han traído la ilusión y la posterior frustración de un quinto centenario oscurecido por sonoras ausencias de las autoridades centrales, unas convulsiones políticas tan graves que desembocaron en un esperpéntico cambio de Gobierno en 1998 y dos catástrofes: el reventón de un gigantesco depósito de agua que arrasó la ciudad y un accidente aéreo que dejó un negro saldo de muertes.

Sin duda ha sido el siniestro del vuelo de Málaga, de Pauknair, lo que más ha perjudicado a Melilla. La desaparición de la compañía privada que competía con la pública Binter ha dejado aún más aislada a una localidad que, como Ceuta, aspira a hacer del turismo un medio de vida alternativo al del comercio. Sus condiciones eran inmejorables: los casi 6.000 millones procedentes de los fondos FEDER de la UE invertidos en las infraestructuras y en recuperar el recinto amurallado de la ciudad antigua redondeaban la oferta de una capital que posee uno de los patrimonios en arquitectura modernista más importantes, aparte de un clima idílico y la vecindad con Marruecos.

En el plano político, el Gobierno multipartidista que formó el ex diputado popular Enrique Palacios tras la segunda moción de censura contra Ignacio Velázquez (PP) ha logrado cierta estabilidad: se han invertido 5.000 millones en las infraestructuras de los barrios periféricos y se han entregado 400 viviendas sociales, pero el déficit se estima en 1.500 por el poco suelo.

Pero los logros del Gobierno multipartidista, que incorpora por primera vez a una formación musulmana, Coalición por Melilla, llegan tarde. Las batallas políticas han hastiado a una población golpeada por la desgracia, amenazada por su carácter fronterizo -contingentes de entre 500 y 1.000 subsaharianos esperan para cruzar a la Península- y necesitada de redefinir su economía, pendiente de los 30.000 marroquíes que cruzan cada día la frontera.

Jesús Gil ha visto en el deterioro político el caldo de cultivo perfecto para presentar su candidatura en una ciudad que no ha perdonado a ninguno de los grandes partidos su incapacidad para lograr que Madrid abandone su tibieza al afirmar su españolidad. Pero en Melilla las expectativas de victoria del GIL no son tan claras como pueden serlo en Ceuta. Las formaciones locales tienen su propia bolsa de votos y el colectivo musulmán -unas 28.000 personas- está bien estructurado y goza de representación.

El GIL ha entrado fuerte: tres lujosas sedes en lugares estratégicos y se vale del diario local de más implantación para difundir sus promesas de un paraíso fiscal y un hospital ultramoderno.

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Desde luego, ha sembrado inquietud. Lo prueba el hecho de que alguien se esté encargando de que las noticias negativas sobre su presidente se distribuyan por los buzones de las viviendas. Pero el golpe más fuerte se lo ha dado su propio candidato, que en su primera aparición pública confundió la compañía Binter, cuya privatización es una de las grandes preocupaciones, con un partido político. El empresario madrileño Cris Lozano no conoce Melilla y eso los melillenses no lo perdonan.

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