Tonelada y cuarto de emociones
La temporada agrícola del municipio almeriense con más toneladas de productos hortícolas ha dado ya el pistoletazo de salida de su producto más mimado: el Festival de Teatro. Declarado por la Junta de Interés Turístico Andaluz, El Ejido canjeará desde el 27 de mayo y hasta el 13 de junio los tomates, pepinos, berenjenas o melones perecederos, por una suerte de virus de las emociones, de las ideas, de la crítica y la vanguardia, en la XXII edición del festival de teatro. Con una inversión de casi 36 millones de pesetas (cuyo 40% se recupera por recaudación en taquilla), la muestra aglutina una representativa variedad del panorama teatral español. La borrachera escénica de casi 20 días sólo podía tener una presentación capaz de aunar las emociones de todas y cada una de las propuestas teatrales previstas por separado: La Cubana aceptó el papel de maestro de ceremonias y consiguió, en el marco incomparable de una fortificación costera en la playa de Guardias Viejas, el delirio de unas 2.000 personas. El grupo de teatro catalán endosó su particular burla a los discursos políticos o declaraciones institucionales con la protagonista de su performance, la americana Lisis Dorothy Williams, en el papel de delegada de Cultura de Naciones Unidas. Una perorata de más de hora y media de duración sirvió de hilo conductor a los 17 actores desplazados a Almería para boicotear, a golpe de actuaciones hiperrealistas, el discurso de tan insigne personaje. Ni tan siquiera la procesión de Semana Santa, con virgen y penitentes incluidos, consiguió el menor parpadeo de la locuaz diplomática, empeñada en transmitir su "cortito" mensaje. Cohetes, fuegos artificiales, lluvia de confeti o reiteradas llamadas de atención de las azafatas de congresos (también actores de La Cubana) intentaron en vano cortar el memorable discurso de apertura. Sólo la estridente oferta de una verbena amenizada por el grupo almeriense Amigos de la Puebla consiguió el objetivo: Lisis Dorothy Williams prosiguió su ensayo oral con el rompeolas de la playa como auditorio. Al módico precio de cinco pesetas, la compañía teatral ofrecía un baile con personajes extremos que portaban un número identificativo. El tímido y acomplejado, la chica remilgada y puritana, el intelectual pedante, el Rambo provocador y agresivo, la mujer calenturienta y desinhibida y otros prototipos sacados del mundo real del que, una vez más, La Cubana supo reírse. "Todo esto lo han organizado con un mes de antelación. Les enviamos los planos del castillo y sólo el viernes tuvieron oportunidad de ensayar y comprobar la disposición del espacio", explicó el concejal de Cultura, Gerardo Palmero, entusiasmado con la sincronía y capacidad de improvisación del grupo. Las verdades como puños soltadas por la Williams se sucedían sin descanso desde el púlpito ubicado en lo más alto de la fortaleza; mientras, abajo, los asistentes se disputaban las parejas nada glamourosas para bailar un pasodoble con, seguramente, la antítesis del acompañante ideal. "Esto es teatro, un estudio sociológico de las reacciones humanas y de las clases de personas", comentaba con emoción un aficionado. Williams no acabó su discurso, se la llevaron a regañadientes del lugar y la introdujeron en un coche rumbo a ninguna parte. Pero ella seguía su prédica y, como buena diplomática, no desaprovechó la ocasión para sugerir: "Un festival de teatro es, en términos agrícolas, igual a un campo. Hay que sembrar para luego recoger".
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