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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Desplante a Aznar

EL PRESIDENTE de Rusia anuló el martes la cita concertada con Aznar en el Kremlin a causa de una supuesta bronquitis, de la que sanó súbitamente al día siguiente, cuando el presidente del Gobierno español aún se encontraba en la capital rusa. El desplante que supuso la cancelación de la entrevista con un margen escaso de una hora rompe las reglas del mínimo decoro diplomático, y no puede ser despachado como "cosas de Yeltsin" o efectos colaterales de sus conocidas aficiones.La culpa de lo ocurrido recae sobre Yeltsin y su entorno, y merece algo más que una queja diplomática. Pero la manera como la delegación española ha resuelto el incidente no pasará a los anales de la diplomacia como ejemplo a seguir en casos de desplante al más alto nivel. Fueron los portavoces españoles, y en particular el ministro Piqué, quienes se prodigaron acerca de la enfermedad de Yeltsin, sin duda para minimizar un gesto que excedía de la simple descortesía. Sólo que para salvar la cara de Aznar pusieron en marcha una bomba informativa acerca de la salud de Yeltsin que tuvo un eco inmediato en todas las agencias internacionales, que curiosamente citaban fuentes del Gobierno español para informar sobre el grave estado de salud del presidente de Rusia. Un cable de la más oficial que nunca agencia Efe daba una versión casi terminal. Lo más ridículo fue el intento de Piqué de minimizar la afrenta diciendo que la entrevista prevista había tenido lugar, sólo que en "otro formato", no cara a cara, sino telefónicamente, como si hiciera falta viajar a Moscú para hablar por teléfono con Yeltsin. Sólo ayer, cuando se anunció el regreso del presidente ruso a su despacho del Kremlin, se pudo percibir el calado de esta afrenta.

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Viaje pinchado. Aunque programado inicialmente con un contenido fundamentalmente económico, Aznar quiso magnificarlo relacionándolo con la coyuntura bélica: con Clinton o con Yeltsin, siempre el primero en hablar en las altas esferas internacionales. Sin embargo, a juzgar por lo que él mismo ha contado, a Aznar le faltó contundencia ante la insinuación de Yeltsin de que debía presentar excusas por la actuación de la OTAN; y también cuando el presidente de la Duma, Guennadi Zelezniov, afirmó que el secretario general de la Alianza, Javier Solana, debía comparecer ante el Tribunal Internacional por "crímenes de guerra". La frase debería ser algo más que una "desmesura" para el presidente de un país que ha decidido participar en la operación.

La obsesión por la foto conduce a veces al ridículo, sobre todo cuando ni siquiera se consigue la foto. El desplante del Kremlin no debería quedar sin protesta, pero ¿quién va a protestar tras haber desatado el terremoto con la invención de una súbita bronquitis?

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