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Apoteosis de arte

ÁNGEL ÁLVAREZ CABALLERO Se celebró, al fin, el gran homenaje que Cádiz debía a quien hoy es, quizás, su hijo más querido: Chano Lobato. El Teatro Falla de las grandes ocasiones se puso a reventar, y no sólo de gente, sino también de cariño, de admiración hacia el cantaor a quien todos adoran. Chano, con 71 años, vive el momento más dulce de su carrera y el homenaje se convirtió en un acto de reconocimiento a su larga y ejemplar trayectoria. El escenario del Falla se convirtió durante unas horas en el salón de la casa de Chano, y allí fue recibiendo honores, regalos, abrazos y el arte de sus compañeros de Cádiz y Jerez, que acudieron con lo mejor de cada uno para brindárselo a quien todos ellos consideran un maestro. Una noche emotiva y emocionante, para recordar, pues todo fue desarrollándose a un ritmo perfecto y de gran arte. Es obligado, a un artista de la categoría de Chano Lobato, sólo se le puede regalar arte de la mejor ley, del que hubo mucho esta noche. No es cuestión de hacer una crítica al modo convencional de un espectáculo de estas características, pero debo dejar constancia de que todos sus compañeros actuaron con una dignidad absolutamente impecable. Y algunos de ellos, por añadidura, nos dejaron páginas de las mejores que recuerdo haberles visto y oído en muchos años. Por citar a algunos de los verdaderamente imprescindibles, a Juan Villar creo no haberle oído nunca cantar por siguiriyas como lo hizo aquí; la malagueña del Mellizo que cantó Rancapino, acompañado por el toque embrujado de Paco Cepero, fue excepcional; el cante por soleá de Manuel Moneo, terrible y jondo; el baile de Antonio El Pipa cantándole su tía Juana... y Pepe de Lucía, Carmen de la Jara y Mariana Cornejo, Manuel Mairena, Nano de Jerez, Terremoto, Barullo, Encarnita Anillo, las 15 mujeres de la peña Tío José de Paula... Un inagotable filón del mejor arte de Cádiz y de Jerez, con las guitarras de Periquín, Antonio y Manuel Jero, más la de Chano Ramírez. Al final, fiesta por bulerías gloriosa con todos los artistas. Los que habían actuado y los que estaban en la sala, como espectadores. Vuelta impagable de Pepín Cabrales y espectacular de Manuela Carrasco. Chano Lobato no pudo cantar mucho, la verdad. Pero lloró un montón.

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