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Formación

DE PASADAA la inauguración ayer de las primeras jornadas para enseñar a los policías a erradicar la violencia doméstica asistieron muchas autoridades de la ciudad, desde el alcalde de Granada, Gabriel Díaz Berbel, al fiscal, Luis Portero, pasando por el presidente provincial del PP, Juan de Dios Martínez Soriano y el lucero del alba, que también es de Granada. Uno caminaba dos pasos y tropezaba con un conocido. El vestíbulo del palacio de Congresos parecía la quinta esencia de ese artículo de fe que es Granada. Lo que no había, sin embargo, eran policías municipales de Granada, a pesar de ser los organizadores y las personas a quienes iba destinado preferentemente el curso. No exageremos: no es que no hubiera en absoluto policías de Granada, pero sí que su embajada era la más raquítica, pues si de Sevilla había 90 y más de 30 de Málaga, los granadinos no superaban los 26. En cambio, entre las autoridades y los alzacolas que habían acudido a honrar al ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, se rozaba el centenar. ¿Por qué esa derrota en propia casa? Según los organizadores por la renuencia del concejal César Díaz a tolerar que sus policías asistan a cursos de perfeccionamiento profesional. La mayoría de los agentes que tenían interés en acudir a las jornadas de formación no se atrevieron a pedir permiso, ya que preveían la negativa. En cambio, tal como contó la criminóloga Mati Martín Palacios, algunos Ayuntamientos de la provincia se quedaron sin guardias, pues todos obtuvieron la venia pertinente. Los trabajos que los políticos encomiendan a sus agentes son a veces bastante comprometidos. El Ministerio de Fomento ha destinado a varios guardias civiles a participar en la primera encuesta rodante del mundo. Dicho ministerio, a quien también compete la organización del caos en los aeropuertos, quiere saber qué pensamos los administrados de las inversiones en ferrocarril. Para ello, en vez de acudir a las estaciones de tren, los encuestadores se colocan en una carretera -hoy toca la Nacional 323- y, con la ayuda de los guardias, detienen al azar a los automovilistas. El conductor, sin duda, se lleva un susto de muerte al avistar a los guardias y a los tipos de las encuestas con las manos extendidas.. Por un momento cree que le van a preguntar qué ha bebido, pero en cambio todo se reduce a "¿le gusta el Talgo?". ALEJANDRO V. GARCÍA

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