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BARCELONA

Paso a Alberto Ramírez

El castellonense Alberto Ramírez, que ha tomado la alternativa este mismo año en la feria de su tierra, pide paso en el toreo. Así lo demostró ayer en su presentación como matador de toros en la Monumental. Y el triunfo podía haber alcanzado niveles mayores si llega a acertar con el estoque en sus dos enemigos. Ese fallo le hizo perder una bien ganada puerta grande.Y todo lo hizo con ganado de gran presencia y no fácil, ante el que poso a prueba uno de los más sólidos valores que uno ha visto últimamente en una plaza de toros. Se jugó la vida, muy de verdad, sin alardes efectistas, con torería y con una entrega sin límites.

El tercero llegó a la muleta reservón y algo descompuesto. Ramírez lo había recibido, como el sexto, con una larga cambiada de rodillas.

Cinco toros de Carmen Segovia y uno, el 4º, de Charro de Llen, muy bien presentados, astifinos y con trapío, bravucones con los montados, después mansurronearon

Fernando Cepeda, ovación y silencio. Javier Conde, silencio y aviso con silencio. Alberto Ramírez, aviso con vuelta y vuelta al ruedo. Plaza Monumental, Barcelona, 16 de mayo. Un cuarto de entrada.

Con la muleta fue imposible el temple absoluto, pero brilló su firmeza, su colocación y su aguante. La res tenía peligro y el diestro no dudó ni un momento. Media defectuosa y seis descabellos hicieron que el trofeo se esfumase.

El muleteo al sexto cobró altura muy zurda con torería y sereno valor. Cuando el toro perdió acometividad supo dar los muletazos uno a uno y siguieron destacando unos pases de pecho de gran hondura.

Tres pinchazos y una estocada y todavía hubo petición de oreja. La vuelta al ruedo fue triunfal y, como en los tiempos del viejo Balañá, se anunció por megafonía que repetía el próximo domingo.

Fernando Cepeda estuvo muy torero con su bonancible, aunque un tanto soso, primero, un precioso burraco. Toreó muy despacio y torero, pero en bastantes momentos molestado por el aire. Sus lances a la verónica al cuarto fueron de la mejor de la tarde. Muy mal lidiado en los dos primeros tercios, el astado, aunque mansurrón y distraído, permitió algún muletazo de un muy decidido Cepeda.

Javier Conde estuvo precavido con su complicado y bien armado primero, muy bien banderilleado por Zamorano. El mansurrón quinto se dejó con la muleta y Conde le dibujó algunos muletazos de bella estética, sin acabar de conectar con un público que le recriminó el exceso de castigo en varas.

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