_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El difícil acceso de China a la OMC

El fuerte crecimiento de China en los últimos años justifica su pronta incorporación a la Organización Mundial de Comercio.

China fue, en 1948, uno de los 23 países fundadores del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT). Un año después, tras la proclamación de la República Popular China, en octubre de 1949, y el exilio del Gobierno nacionalista a la isla de Taiwan, perdió su representación. El inicio de su programa de reforma económica en 1978 brindó una nueva oportunidad a su Gobierno y se dieron los primeros pasos con el establecimiento de contactos extraoficiales encaminados a facilitar el acceso, que hicieron posible la participación del Gobierno chino en las reuniones del GATT y la rúbrica de dos acuerdos parciales: el Acuerdo Internacional sobre el Comercio de Textiles y el Acuerdo Multifibras, suscritos en 1983 y 1984, respectivamente.El 10 de julio de 1986, el Gobierno chino solicitó formalmente su ingreso en el GATT y se autorizó la plena participación de su Gobierno en las negociaciones de la Ronda Uruguay. El GATT creó un grupo de trabajo específico para el seguimiento de la evolución comercial china con el fin de preparar el ingreso. La progresiva liberalización de la política comercial del gigante asiático fue evaluada de forma positiva por la comisión y la negociación se programó para acoger a China a final de 1989.

Sin embargo, las sanciones económicas que siguieron a la condena internacional por los trágicos incidentes de la plaza de Tiananmen retrasaron el proyecto, que no se retomó hasta el año 1992. En diciembre de ese año, con el pleno apoyo de la Unión Europea, el grupo de trabajo para la adhesión china retomó las negociaciones y estableció los requisitos que debería cumplir su economía para integrarse en el acuerdo regulador del comercio mundial. Persistían importantes divergencias entre el sistema comercial chino y el internacional, y para mitigar esta disparidad, el GATT propuso cuatro recomendaciones de carácter general: unificación de la regulación comercial en todo el territorio, transparencia de la política comercial, reducción de las barreras no arancelarias, consolidación de la liberalización del sistema de precios.

En respuesta a estas demandas, el Gobierno chino abolió los subsidios a la exportación y redujo de forma sustancial los niveles de protección arancelaria, generando una mayor transparencia comercial, garantizada por la proliferación de diversas leyes y políticas comerciales. Uno de los gestos de mayor relevancia fue la unificación del tipo de cambio en 1994, en lo que ha sido un paso decisivo en la normalización de las relaciones comerciales en un entorno de estabilidad cambiaria. No obstante, los progresos no se han producido a la misma velocidad en todos los ámbitos, y en lo que respecta a la reducción de las barreras no arancelarias y a la protección de los derechos de propiedad intelectual, los avances realizados son todavía modestos.

La impresionante evolución comercial de China en los últimos años (se ha convertido en la décima potencia comercial mundial) y su gran magnitud demográfica (22% de la población mundial) son aspectos que reclaman el acceso de China al organismo heredero del GATT, la Organización Mundial de Comercio (OMC). Para los países más industrializados, la normalización del comercio chino supone un importante factor de estabilidad en los flujos comerciales internacionales. Para el Gobierno chino, los intereses son dobles: políticos y económicos. Desde la perspectiva política, la incorporación a la OMC consolidaría el protagonismo de la República Popular China en el plano internacional tras su brillante actuación sofocando el contagio de la crisis asiática, realzando al mismo tiempo el protagonismo de su Gobierno en la toma de las decisiones que rigen el comercio mundial. Por otra parte, en la década de los ochenta, Hong Kong y Macao se integraron en el GATT, mientras que tanto China como Taiwan todavía lo están negociando. La creciente integración comercial e inversora que existe entre los cuatro territorios mejoraría si se regulasen bajo las normas comerciales dictadas por la OMC y favorecería la reunificación del territorio soberano chino a través del principio acuñado por Deng Xiaoping: "Un país, dos sistemas". Desde una perspectiva más económica, la integración de China en la OMC impulsaría el ritmo de la ahora estancada reforma económica y terminaría por consolidar el peculiar modelo económico surgido tras 20 años de compleja reforma económica desde la planificación centralizada del maoísmo hacia la denominada "economía socialista de mercado". La mayor liberalización que se desprendería de la estricta aplicación de los preceptos comerciales de la OMC conduciría a un aumento de las relaciones comerciales, que a su vez tendría efectos beneficiosos colaterales, puesto que la armonización de las prácticas comerciales chinas implica asimismo la mayor liberalización fiscal, cambiaria, monetaria, empresarial y de precios. En definitiva, el funcionamiento más eficiente del sistema económico permitiría nuevos avances en el desarrollo económico chino, con una especial incidencia en su vertiente tecnológica, necesaria para reforzar su cada vez mayor dominio de los flujos comerciales de la región.

La economía mundial está atravesando una etapa de grandes cambios, marcada por la globalización creciente. El elevado grado de interdependencia económica impide que un país por sí mismo pueda prosperar al margen del sistema mundial. Los recursos naturales, la tecnología y el mercado de cada país son elementos insuficientes para garantizar el adecuado desarrollo de las estructuras económicas y el bienestar de la población. En este sentido sería deseable que una economía de la envergadura de la de China se integrase lo antes posible en la comunidad internacional. Desde este razonamiento ha planteado China su ingreso en la OMC, que en la actualidad está únicamente pendiente del voto de Estados Unidos. La Unión Europea y Japón han reiterado su apoyo al Gobierno chino, pero Estados Unidos sigue ejerciendo su poder de veto y meditando, cada año, la decisión de renovar o no a China el status de nación más favorecida entre fuertes negativas ejercidas por los grupos de presión anti-China del Congreso norteamericano.

El reconocimiento internacional del papel crucial desempeñado por el Gobierno chino durante la crisis asiática y la férrea política de no devaluación practicada han animado a sus dirigentes a intensificar los esfuerzos para allanar el camino hacia su deseado ingreso en la OMC. Con este objetivo en su agenda, el primer ministro chino, Zhu Rongji, ha viajado recientemente a Washington para entrevistarse con el presidente Bill Clinton. El resultado final no ha sido el esperado y China tendrá que hacer gala de su paciencia oriental e intensificar los esfuerzos para conseguir una mayor adecuación de su política comercial a los estándares internacionales exigidos.

Es difícil evitar la tentación de vincular la negativa norteamericana al contexto político del momento. Es obvio que el encuentro ha estado ensombrecido por desavenencias políticas bilaterales de diversa índole, que alcanzan desde recientes episodios de espionaje hasta la manifiesta oposición china a la intervención de la OTAN en el conflicto de Kosovo, además de las permanentes denuncias de Estados Unidos a la política de derechos humanos del Gobierno chino. Sin desdeñar el impacto de estos factores, no debemos olvidar tampoco la dimensión económica del conflicto: el creciente déficit comercial que mantiene Estados Unidos frente a China (57.000 millones de dólares), que supera incluso al tradicional déficit norteamericano vis-à-vis Japón y constituye un escollo para las fluidas negociaciones.

China, consciente del peso de este factor, ha mostrado en este encuentro su voluntad de cooperar anunciando la apertura del 49% de su mercado de teléfonos móviles y de las redes de Internet a las grandes multinacionales de la telecomunicación americanas, medida que ha ampliado al facilitar el acceso del trigo, los cítricos y la carne de vacuno de Estados Unidos al mercado chino, productos habitualmente vetados por argumentos fitosanitarios que camuflan la persistencia de barreras no arancelarias que China deberá reducir para culminar su acceso a la OMC. La trascendencia de las concesiones chinas, que se suman a la apertura del sector militar y nuclear decretada tras la pasada visita del presidente Clinton a Pekín, da pie al optimismo y permite augurar que China verá sus deseos cumplidos y será, en el corto plazo, un miembro más de la prestigiosa organización que regula los intercambios internacionales, la OMC. Entonces habrá llegado el momento de especular sobre la viabilidad y consecuencias de la solicitud oficial de ingreso presentada por el Gobierno de Taiwan.

Yolanda Fernández Lommen es responsable de Estudios Asiáticos en el Centro Español de Relaciones Internacionales (CERI) y profesora de Economía Aplicada de la Universidad Complutense.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_