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De salón de cartas a sala de lectura

Manresa ha recuperado el casino, símbolo de la burguesía de la ciudad en 1910 -fecha en que fue inaugurado- y, desde los años sesenta, ejemplo de la decadencia de una clase, de una época y de la misma urbe. Donde los señores de Manresa proyectaron un edificio de ocio y juego, la ciudad ha instalado una moderna biblioteca que quiere ser punto de referencia de la cultura de la capital del Bages. Más de 5.500 personas pasaron por el nuevo centro el pasado día 30 de abril, señal inequívoca del cariño que los manresanos sienten por este edificio que se encuentra en el paseo de Pere III, en pleno centro. La biblioteca casino de Manresa ha empezado a funcionar esta semana de manera ininterrumpida. Las mesas de juego, los billares y los amplios salones de baile han dado paso a los más de 25.000 libros, a las salas de música, a la informática y a los CD- Rom, a los apartados para la lectura de los más jóvenes. Es, para muchos, la transformación de un decrépito edificio en un espacio útil para Manresa. Pero la factura del casino ha sido muy elevada, mucho mayor de lo que los gobernantes de la ciudad pensaban y muy superior a lo que Manresa podía asumir. El casino tuvo problemas económicos desde el inicio mismo de su actividad. El proyecto inicial del arquitecto Ignasi Oms i Ponsa quedó inacabado. Un año después de ponerse en marcha, la primera junta dobló las cuotas de los socios porque era insostenible; tras la guerra civil, su actividad entró en un declive progresivo, hasta pasar por varias operaciones de compra venta. Su complicada historia presagiaba su presente. Entre 1974 y 1976, una comisión ciudadana -que recogió 7.000 firmas- logró paralizar el derribo del edificio, que parecía inminente. El proyecto de construir unos grandes almacenes y un bloque de pisos estuvo a punto de acabar con las viejas molduras modernistas del edificio, pero la movilización ciudadana consiguió frenar el proceso especulativo. El alcalde socialista Joan Cornet logró, en 1985, un primer pacto para salvar el casino a cambio de que en la planta inferior del edificio se pudiese construir unas galerías comerciales. Pero el proyecto no arrancó. Cinco años después, en 1990, el alcalde convergente Juli Sanclimens logró un acuerdo con la propiedad para expropiar el edificio: se entregaron 100 millones de pesetas a cuenta y se dejó en manos de la justicia la evaluación de la expropiación, sobre la que había notables diferencias. El pacto puede resultar ruinoso. Al calcular el valor del inmueble, la justicia no tuvo en cuenta el estado del edificio y su uso, sino las características y posibilidades de construcción del terreno situado en pleno centro de la ciudad y con edificios de varias plantas a cada lado. Además, el acuerdo entre el Ayuntamiento y los propietarios del casino establecía que la corporación municipal se comprometía también a satisfacer los intereses por los años que durase la tramitación judicial. La sentencia fue una ruina para la ciudad. El casino fue valorado en 721 millones de pesetas y los herederos del propietario, Ramon Soler Mujal, deben cobrar 640 millones por los intereses. Estos pagos se encuentran ahora paralizados por los recursos legales. A los 1.361 millones que puede costar la compra del edificio se le deben sumar los 559 millones del coste de las obras de rehabilitación, sufragadas entre la Diputación de Barcelona, el Ayuntamiento de Manresa y la Generalitat, y los 171 millones más que invirtió el consistorio en la adquisición de unos terrenos anexos que forman parte del conjunto. Leer libros en el casino le puede costar a Manresa más de 2.000 millones, pero éste no es el precio de la cultura, sino de la sinrazón.

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