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PATRIMONIO

Los vecinos recuerdan que Ramales fue reformada en los años cincuenta

Vicente G. Olaya

Segundo día de búsqueda de los restos de Diego de Silva y Velázquez. Las taladradoras municipales profundizaron ayer más de un metro en el subsuelo de la plaza de Ramales. Los arqueólogos de la Comunidad buscan con la ayuda de estas máquinas una esquina de la iglesia de San Juan, en cuya cripta se supone que fue enterrado en 1660 el pintor sevillano. Mientras tanto, los vecinos de la plaza recordaron ayer, al ver surgir de la cata restos de ladrillo, que la plaza fue removida en los años cincuenta.

Tras dos jornadas de trabajos a pie de plaza, aún no han aparecido restos de la iglesia de San Juan. Por el momento, sólo despunta lo que parece un sillar destrozado. También se distinguen pequeños trozos de cerámica y algunos restos metálicos cubiertos por el óxido. Bajo ellos descuellan gran cantidad de ladrillos modernos y machacados. Los vecinos de Ramales recuerdan al verlos que a finales de los años cincuenta el Ayuntamiento "levantó media plaza".Los arqueólogos no se alteran ante estos comentarios y piden a los obreros que sigan separando lentamente la tierra que extraen. Pasan las barreduras por el tamiz, y sobre la rejilla van quedando pequeños pedazos de cerámica y cantos. El viceconsejero de Cultura, Juan Carlos Doadrio, y el director general de Patrimonio, Javier Aguilar, visitaron al mediodía las excavaciones. El viceconsejero recordó que las posibilidades de encontrar los restos de Velázquez siguen aún en todo lo alto.

Últimos datos: los informes históricos de la Comunidad señalan que en 1728 se levantó el empedrado del templo. Por ello se pidió a los descendientes de las personas enterradas en San Juan que se llevasen los cuerpos a otros camposantos. En caso contrario, los osarios desaparecerían.

Las iglesias, hasta finales del XVIII, eran los lugares más frecuentes para la inhumación en las ciudades. Sin embargo, los problemas higiénicos y sanitarios que se derivaban de estos templos repletos de cadáveres, algunos en proceso de putrefacción, llevaron a Carlos III a prohibir nuevos enterramientos en las parroquias. Pero la Iglesia se resistió a la medida. Y así se logró que las familias más pudientes, las que podían pagar el mantenimiento de las tumbas, no tuvieran que llevarse a sus antepasados a otra parte. Las más pobres, sí. En caso de no obedecer la real orden, los encargados de los templos llevaban a cabo lo que se conocía con el nombre de mondas: el traslado de los cuerpos a las afueras. ¿Se perdieron así los restos de Velázquez? Dos teorías: si el pintor ocupaba tumba de pago, allí puede seguir; en caso contrario, habrá desaparecido para siempre. Y otro problema aún sin resolver: los textos del siglo XVII afirman que el artista fue enterrado en una cripta, pero los planos de la iglesia no incluyen esta bóveda.

Los arqueólogos siguieron ayer excavando.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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