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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Jóvenes asesinos

DESDE EL extranjero, la matanza de Denver puede interpretarse como una tragedia insólita. Desde el interior del país es, sin embargo, la explosión de una realidad temida día tras día, a partir del clima que se vive en las escuelas de grado medio. Un 40% de los estudiantes norteamericanos entrevistados un día después admitió que en su escuela podría ocurrir lo mismo. Hace seis años, un estudio referido a la zona sur de Chicago establecía que un 47% de los estudiantes con edades entre los 12 y los 18 años había sido acuchillado, un 65% había presenciado algún tiroteo, un 45% había sido testigo de algún asesinato y el 25% tenía experiencia de las tres cosas.Bill Clinton anunció el pasado martes una cumbre entre psicólogos, educadores, responsables de productos de Hollywood, autoridades policiales y representantes familiares para abordar el problema. De él participa, sin duda, la divulgación y exaltación de la violencia en los libros, las pantallas y los videojuegos, la pérdida de autoridad en las escuelas y la facilidad para conseguir armas, pero también otros factores. Uno de ellos, no siempre reconocido, es la exasperación de un individualismo sin piedad que llega a valorar al otro sólo como un elemento de oposición para lograr las metas. En todas las escuelas del mundo se forman grupos diferenciados de alumnos, pero en Estados Unidos, la high school ha ido acusando una violenta fragmentación entre los deportistas, los empollones, los pijos, los drogatas, los artistas, que se comportan como en una reproducción de luchas étnicas.

Pero lo más singular de la situación norteamericana es la facilidad para adquirir armas. Unos 70 millones de ellas se encuentran en poder de particulares. El Gobierno está considerando restringir la venta, aumentar la edad de adquisición a 21 años o reactualizar la ley Brady, por la que se requiere un plazo de varios días para consumar la compra. Un 70% de los norteamericanos aprueba una u otra forma de control, pero un 74% se opone a ilegalizar la tenencia. Arguyen que si la gente normal no puede tener armas, los delincuentes las comprarán en el mercado negro y se sentirán más indefensos. Ése ha sido el principal argumento defendido por la poderosa Asociación del Rifle, reunida este fin de semana, para mayor provocación, en Denver. Es un hecho que, cada vez que se airea la idea de control o de restricciones, se multiplica el número de adquisiciones. Los norteamericanos siguen creyendo, como en sus tiempos fundacionales, que la defensa de sus derechos o el logro de sus metas se encuentra más garantizada en sus manos que en la intervención del Estado. Y esa fe individualista, extremada por el sistema económico, judicial y político, legitimada y ensalzada por los media, bien armada y desalmada, es la que cada vez con mayor frecuencia estalla en sangre y muerte en las escuelas.

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