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FERIA DE LA COMUNIDAD DE MADRID

Hola, isidros

Llegaron los isidros un año más. Se les saluda: ¡hola! Hola, hola. Llegaron los isidros y ya estaba la bronca: los isidros contra el 7. Muchos de ellos no logran entender una corrida de toros, ni aciertan a distinguir la chicuelina del natural, pero todos saben qué es "el 7". Y lo dicen: "Ya están los del siete"."Los del 7" son los aficionados del tendido 7, naturalmente. Y cuando los isidros dicen que "ya están" se refieren a que empezaron a protestar por un quíteme allá ese inválido. La verdad es que se pasaron la novillada entera protestando. Y que al aparecer el quinto ojeda,tullido e intolerable, les acompañó la plaza entera en la protesta.

Al ojeda no lo pudieron ni picar pues, igual que los play boys (y ciertos toreros que salen en las revistas del corazón) estaba más tiempo tumbado que de pie. La primera vez que se acercó al caballo el individuo del castoreño se limitó a ponerle encima la puya con cuidado de no empujar, no fuera a hacerle un agujero. Y la segunda lo mismo, sólo que el mustio ojeda ni eso aguantó y le dio un flux.

Ojeda / Vilariño, Fandi, Julia Cinco novillos de Francisco Ojeda (uno rechazado en el reconocimiento), bien presentados, varios sospechosos de pitones, inválidos -uno devuelto por este motivo-, broncos, excepto 5º y 6º, inválidos absolutos y borregos

1º de Palomo Linares, inválido. 4º, sobrero de Martín Peñato, con trapío y poder, manso. David Vilariño: estocada (palmas y también protestas cuando saluda); estocada (silencio). El Fandi, de Granada, nuevo en esta plaza: pinchazo y estocada atravesada (ovación y salida al tercio); pinchazo y estocada perdiendo la muleta (oreja). Rafael de Julia, de Torrejón de Ardoz (Madrid), nuevo en esta plaza: pinchazo hondo, rueda de peones, tres pinchazos -aviso- y dos descabellos (silencio); pinchazo, estocada -aviso- y descabello (vuelta). Plaza de Las Ventas, 30 de abril. 2ª corrida de feria. Cerca del lleno.

La bronca arreciaba y el presidente hacía el Don Tancredo. Allá se las den todas al presidente. Está para cumplir el reglamento, mas eso lo dirán los papeles; pues la realidad de la vida enseña que están para hacer el Don Tancredo, con lo cual obtiene respaldo de legalidad el enorme fraude que se comete cada tarde en los cosos. Que todos los toros hayan de caerse sin remisión no se lo cree nadie. ¿Estamos tontos o qué? Un toro -uno- podrá estar enfermo o ser un vago y tirarse al suelo en cuanto le obligan a pegar media carrera. Pero que todos los toros se caigan al par de minutos de salir al redondel, no tiene lógica ni explicación, si no es desde la manipulación y el fraude.

Hubo una excepción: el sobrero de Martín Peñato, que lucía un trapío irreprochable, cuajo en su estampa y seriedad en su encornadura. Fue como los novillos de siempre: fuerte, peleón, sin caerse ni una sola vez; y eso que lo bregaron a modo, y le pegaron duro los individuos del castoreño. Distinto es que resultara manso. Manso de los que galopan huidizos al hilo de la tablas, correría que repitió cuatro veces nada más saltar a la arena; manso de los que se van sueltos del castigo, de los que se duelen en banderillas, de los que buscan la querencia del toril. Y además embestía incierto, sin humillar y desbordó a su matador, David Vilariño.

Tampoco se esperaba de David Vilariño que pudiera con ese regalo envenenado: está empezando. Sorteó los acosones, se mostró voluntarioso; no se le podía pedir más. El que abrió plaza, otro inválido, compensaba su flojedad tirando derrotes y tampoco dio ocasión de lucimiento. Uno de esos derrotes constituyó un auténtico hachazo, que tiró a la cara del torero, y de poco se la parte. Y no se crea que le arredró, pues reemprendió la faena hecho un valiente. Los mejores momentos de David Vilariño fueron con el capote, que meció con gusto y cargando la suerte. Es un dato.

Traía también Rafel de Julia una concepción artística del toreo que afloró en algunos detalles; no muchos pues su lote padeció perniciosa invalidez. Al sexto le hizo faena -casi podría decirse que la faena se la hizo al aire, ya que el novillo se desplomaba continuamente- y decepció su propensión al unipase, a meter pico, a dejar la pierna contraria atrás.

La tarde -y el entusiasmo de los isidros- se la ganó El Fandi en banderillas. Al primero le prendió tres pares emocionantes, uno de ellos corriendo hacia atrás. En la faena de muleta estuvo a merced del novillo, que desarrolló sentido y le achuchó y le desarmó varias veces.

Llegaría el desquite en el quinto, el inválido absoluto, al que recibió con dos largas cambiadas a porta gayola y luego le puso un sorprendente par "de violín" que alborotó la plaza. Para qué quisieron más los isidros. El novillo sería una piltrafa pero qué más daba. Mandaron callar a los del 7 (que no se callaron), aclamaron la faena de muleta -bastante vulgarcita por cierto- y consiguieron una oreja.

La oreja es la aspiración suprema de los isidros; la razón por la cual vuelven a los toros cada año con motivo de la feria. Ver una oreja y que les vean a ellos es para los isidros el nirvana. Pues muy bien: a disfrutarlo con salud.

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