Esquizofrenia entre "blues" y música latina
Víctima siempre de un tipo de esquizofrenia artística que afecta de modo habitual a muchos músicos europeos nacidos en un ámbito no anglosajón y que consiste en tratar de conciliar la adoración por la tradición del blues y sus posteriores desarrollos y derivaciones estéticas, con las propias raíces y limitaciones expresivas, este italiano de Reggio Emilia cuenta, al menos, con la voluntad de tratar de poner su espectáculo en directo a la altura de los de sus mitos. Hijo natural -artísticamente hablando- de Joe Cocker y Springsteen, pero sin renunciar a su personalidad de cantante melódico a la italiana, el orondo Zucchero volvió a demostrar en la presentación en vivo de su noveno álbum, Blue sugar, por qué es uno de los pocos artistas del Viejo Continente con el que las estrellas del pop internacional no dudan en colaborar.
Zucchero
Zucchero (voz y guitarra), Gail-Ann Dorsey (bajo y voz), Luciano Luisi (teclados), Mario Schiliró (guitarra), Derek Wilson (batería), Mark Feltham (armónica) y James Thompson (coros). Sala Arena. 2.500 pesetas. Madrid, martes 27 de abril.
Con un perchero lleno de sombreros y haciéndose acompañar por una extraordinaria banda en la que hay que destacar el trabajo de la bajista de color Gail-Ann Dorsey -toda una delicia como cantante- y el fogoso intérprete de ármonica Mark Feltham, Zucchero irrumpió en la escena con humor socarrón y felicidad por estar de nuevo tocando en España. Partiendo con un sonido regular, el cantante fue hilvanando piezas nuevas en las que brillan las viejas influencias, pero que han sufrido un proceso de estandarización importante, con los viejos éxitos de siempre, que son los que animan un concierto. De las primeras cabe destacar Blu, colaboración entre Zucchero y la cantautora canaria Rosana, en la que pesa ostensiblemente más el modo de hacer de la segunda. De las últimas, la extraordinaria ejecución de Diavolo in me, Il Volo y la balada que le abrió el mercado anglosajón: Senza una donna. Fue un concierto correcto y agradable de un artista que, sin llegar a despertar el interés de un Van Morrison, tiene también su puñadito de fieles.Zucchero.
Babelia
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